El cáncer de la corrupción

En los últimos días, hablando con numerosas personas, todas expresan profunda preocupación por lo que perciben como una creciente corrupción en el manejo de los asuntos públicos, acompañada por sentimientos de frustración, impotencia y cólera. A lo que se agrega algo más grave aún. La pérdida de esperanza —la esperanza es lo último que se pierde, reza un dicho popular— ante un fenómeno que, lejos de detenerse, es un cáncer que carcome los órganos del Estado.

No es un fenómeno nuevo ni exclusivo del sector público. Se da, lamentablemente, en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Pero esto no puede servir de justificación para tolerarla en las instituciones estatales. En estas es doblemente condenable, porque deslegitima el ejercicio del poder, y los recursos estatales se vuelven objeto de rapiña, en lugar de servir al bien común.

Es probable que muchos de los señalamientos que aparecen en los medios de comunicación, que circulan por las redes sociales o de boca en boca, no tengan fundamento. Pero hay muchas señales. En las compras de medicinas, en los contratos de obra pública y de servicios (como los juegos mecánicos en el Campo de Marte) y, últimamente, la intención de pagar contra viento y marea, a pesar de todas las críticas, la deuda flotante. Y, lo peor, sin que se vea en el gobierno interés por aclararlos.

Todo esto lleva al deterioro de su credibilidad y de la confianza —fundamental en todo tipo de relaciones— que los ciudadanos debemos tener en los gobernantes. La honra, el más preciado patrimonio de una persona, se ve dañada. En los años del Liceo Guatemala, los hermanos maristas nos recordaban siempre una frase del evangelio de San Marcos. Parafraseándola, podríamos decir de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su honra.

Es hora entonces, presidente Pérez Molina, que emprenda usted un combate frontal e implacable, para erradicar la corrupción, o las sospechas de corrupción, del Organismo Ejecutivo. Es un deber que tiene ante los electores que optamos por usted ante la amenaza de tener al frente del Ejecutivo a un personaje irresponsable, imprevisible y que, en su momento, manejó el presupuesto público como si se tratara de una piñata.

Para ello me permito sugerirle: Pedir a la bancada del PP que congele la discusión de los bonos y que el saldo de la deuda flotante sea minuciosamente revisado por la Contraloría; poner a disposición de esta institución toda la información relacionada con los fideicomisos formados con dinero público, que ilegalmente han estado fuera del alcance de la entidad fiscalizadora; ordenar que, de inmediato, se ponga en los portales de todas las entidades del Organismo Ejecutivo, la información pública de oficio que señala la Ley de Acceso a la Información.

Adicionalmente, es necesario detener la discusión en el Congreso de la República de la iniciativa 4462, pomposamente llamada “Anteproyecto de Ley de Fortalecimiento de la Transparencia y de la Calidad del Gasto Público”. Ya muchos expertos señalaron que, con relación a la Contraloría, lejos de fortalecerla, la debilita. Eso no tiene justificación alguna.

Al revisar las reformas que se proponen a la Ley de Contrataciones del Estado, aparte de algunos temas irrelevantes para efectos de la transparencia, hay modificaciones inconvenientes. Solamente un ejemplo. Pasar de Q90 mil a Q 200 mil el límite máximo para compra directa, y de Q 900 mil a Q2 millones el máximo para cotizar. Eso es aumentar la discrecionalidad. Abrir más el arca para que hasta los injustos sigan pecando. Necesitamos señales claras e inequívocas para recuperar la esperanza.

Publicado el 12 de Agosto 2013 en www.s21.com.gt por Luis F. Linares López
http://www.s21.com.gt/punto-vista/2013/08/12/cancer-corrupcion

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