ALFRED KALTSCHMITT
Don Más de lo Mismo aprieta a la ancianita con ángulo de cámara Go pro y le da un beso en la mejilla. ¡Qué lindo! Don Más de lo Mismo, desde la tarima, levanta su mano con aura de estrella hacia la mancha de acarreados con expresión de tour gratuito, ampliados por 10 en copy paste de photoshop. ¡Qué muchedumbreeee..! Más de lo Mismo entrega espejitos y bolsitas, y con sonrisas le regala la prenda del voto clientelar comprado con las donaciones personales. ¡Ni se le ocurra pensar diferente! Es plata de gente que cree, con todo su corazón, que será un buen presidente o un excelente diputado; un tremendo alcalde. El mero mero tatascán de los que han pasado por el guacamalón…
Palacios municipales de la nación o los Congresos de la historia; sin ningún tipo de interés… Solo his big love por la nación; el más honrado, el que ni un centavo de su campaña proviene de arcas nacionales, oenegés intermediarias, obras de cualquier tipo, polvo blanco que no es “cal con nuevo impuesto”, ni donaciones espurias o de cualesquiera carabinas chuecas de Ambrosio existan.
Más de los Mismo es el prototipo de los “candidotes”, y como tal aspira a ser diputado, alcalde, presidente, y con aquella diligencia que ya quisieran los burócratas hueseros, se levanta desde temprano para iniciar su día del convencimiento, de cabildeo, de desayuno toca puerta; de dar mano, de abrazar, de besar, y de prometer que sus planes son los mejores; que sus promesas son las más factibles; que manejan con destreza los problemas de la nación o su municipio, recitando soluciones como himno memorizado —y hasta con respuestas de cómo va a manejar a la caimanada congresil opositora, que en el 2105 llegará con más hambre que un lagarto de Disney en tiempos de ayuno religioso.
Promesa, promesa, promesa, yo haré, yo haré, yo haré, aunque en seis gobiernos algunos inocentes en su fan page aún tienen escrito siempre “esperaré”.
Pero es que Más de lo Mismo es un continuum, un vacío de alargamiento de la agonía terminal.
Nos duele que sean los hijos de nuestros hijos los que tengan que arreglar el entuerto. Nosotros ya no lo sentiremos porque estaremos con el Chapulín siguiendo a los buenos. Digo yo…
Y ahora, ¿quién podrá salvarnos? Se fue Chespirito, el maestro de la sociología de barrio con sus viejas cotorras.
La pecosa Chilindrina manipulando su niñería llorona.
Al Barrigas, apaleando el cobro.
Al dientudo Quico —que después dicen que lo sacaron porque se estaba birlando el show y en venganza quiso registrar el personaje a su nombre—.
Un idéntico copy paste que sí logró la Chilindrina en 1995, aprovechando que Gómez Bolaños había olvidado renovar los títulos de propiedad de sus personajes.
Ni lenta, la Chilindrina la registró como suya. Se dieron cuenta hasta en el 2002, cuando fueron a renovar los derechos de autor y descubrieron el blindaje que le sirvió para negociar. No tuvo la misma suerte Don Ramón, que lo sacaron y perdió su casa en Cuernavaca.
Una tragedia griega con olor humanoide, que terminó en un gran pleito. Al final, queda evidente que el barrio eran ellos mismos jugando el retrato del pueblo.
¿Acaso no estaremos poniendo en escena nuestro propio barrio de país tercermundista, endeudándonos hasta los tuétanos?
Le preguntaremos al Chapulín por skype celestial, lo que los Q5 mensuales por línea telefónica y Q5 por quintal de cemento, más los bonos, más los créditos, más los chanchullos oenegeros le harán a este inmueble medio en ruinas en el que habitamos, en eterno drama al estilo del Chavo del Ocho, escondiéndose dentro de un barril.
¡Fue sin querer queriendooo..!
Publicado el 02 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com por
http://www.prensalibre.com/opinion/Chespirito-y-don-Mas-de-lo-mismo_0_1259274063.html
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