Enrique Ghersi, coautor con Hernando de Soto del libro El Otro Sendero, apuntaba que: “los pobres latinoamericanos ejercen el capitalismo en las calles, aunque nadie se los haya enseñado; que no tienen que ser ricos para ser empresarios, que no tienen que ser listos para ganar dinero; que no tienen que ser sabios para descubrir una oportunidad, solamente les basta ser audaces. Con decisión, honestidad y audacia, las calles de América Latina se han convertido en la mejor escuela de empresarios que existe”.
En Guatemala, según la última Encuesta Nacional del Empleo e Ingresos (2012), siete de cada diez trabajadores se encuentran en el sector informal, de los 6.2 millones de personas que forman la población económicamente activa, 4.6 millones se desempeñan por cuenta propia, sin contar con programas de asistencia social ni seguro de desempleo. Dicha encuesta daba cuenta que en el área rural se emplean tres millones de trabajadores, de los cuales el 80 por ciento –2.4 millones– se desenvuelven en la economía paralela. Y en la población indígena, su participación en el mercado informal alcanza el 87.3 por ciento.
En nuestros países la economía informal es un motor principal del desarrollo. Funciona como una tabla de salvación para quienes no encuentran trabajo estable por falta de oportunidades o capacitación; y opera como refugio de supervivencia en las crisis económicas.
Los gobiernos, en lugar de facilitar la inserción de los informales al marco legal, crean nuevos requisitos y trámites engorrosos, además de impuestos antieconómicos que impiden su legalización. Tal es el caso de la última reforma fiscal que obliga a los pequeños contribuyentes no solo a pagar la cuota fija del cinco por ciento sobre sus ingresos brutos sino a pagar el IVA, al no ser recuperable. Es decir que de un plumazo los productos y servicios de los pequeños contribuyentes se encarecieron en un 17 por ciento, lo cual obviamente los saca de competencia. Sin embargo, como son sagaces y no babosos, simplemente no facturan y al final el fisco pierde.
Recientemente escuchamos de las autoridades fiscales que las metas de recaudación están por debajo de lo esperado y se preguntan ¿qué sucedió? La respuesta es evidente, en lugar de aumentar los impuestos a los pequeños contribuyentes o castigarlos con el costo del IVA, lo procedente es declarar que dicho impuesto sea deducible de las compras. De esa cuenta los informales tendrían el incentivo de inscribirse como contribuyentes, pagar el impuesto y de esa manera reducir sus costos. El fisco cerraría el círculo y recaudaría más dinero.
Para gozar de ese beneficio la SAT debería desarrollar una labor de convencimiento para que los pequeños contribuyentes se inscriban en el régimen del IVA. Pues, de continuar como estamos, el fisco pierde una inmensa cantidad de ingresos porque no ha evaluado el gran potencial de la economía informal, especialmente en el área rural.
Un modelo tributario que cada vez penaliza más a los asalariados y que ahoga a los trabajadores cuenta propia (informales) constituye un potente estímulo para alimentar la evasión fiscal.
El Congreso de la República tiene la palabra.
Publicado el 11 de octubre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Juan José Micheo Fuentes http://www.elperiodico.com.gt/es/20131011/opinion/235967/
No Responses