Pena de muerte

Justicia no es vengar crímenes.

La falta de autoridad en Guatemala se debe a que ya no se corrige a quien delinque, no reprendemos con severidad, y hasta hemos eliminado la posibilidad de la pena de muerte. Solo mencionar tal cosa y el nuevo cachurequismo agnóstico exclama su molestia, porque el nuevo pensamiento humanitario se opone a tal aberración. Pero analicemos su sentido. El castigo se debe aplicar siempre como un “remedio”, para prevenir males en el futuro y nunca como medio de venganza o motivados por la ira, ese mal que nos aparta de la razón, como en los linchamientos, cuando la gente pierde el control y cae en la “locura breve”, como llamaba Séneca a la ira.

Es en los primeros malos pasos de los hijos o ciudadanos, cuando los padres o autoridad pública deben corregirlos con palabras, haciéndoles conciencia y explicándoles cuáles son las normas de conducta aceptables, y se les debe reprimir en privado, pero dando siempre el buen ejemplo. Un ladrón no puede decir a sus hijos que no roben, ni un borracho perpetuo enseñar moderación.

Si los malos pasos continúan a pesar de los castigos privados, se acude a la vergüenza social, aplicando el castigo público del servicio comunitario o la prisión, para sanar al enfermo. Pero en Guatemala la ignominia no molesta a nadie, la gente saluda a los ladrones, comparten mesa con políticos corruptos. Y las cárceles en lugar de ser remedio contagian enfermedades más delicadas, porque llega pequeño el ladrón y sale delincuente especializado. La cárcel no funciona para curar, que es lo que debiera.

Y ya no se habla del remedio último, el más severo, la muerte aplicada sin emoción. Séneca decía: “con la serena frente de la ley”, se aplica “el único bien que te queda, la muerte”. Y lo entendía como un acto que no movía la ira, la venganza ni la envidia, sino el deseo del médico que cura pensando en los demás y en el futuro. El secuestrador, violador de niños o criminales que matan por un celular, no escuchan palabras ni la cárcel los corrige. Sus crímenes ya no tienen reparación, porque no se puede resucitar a nadie, pero la pena de muerte sí asegura que los villanos no cometan más delitos, y hasta el mismo culpable terminará agradeciendo a la sociedad el vértigo del cual se le retira. Justicia no es vengar crímenes, sino evitar que vuelvan a ser cometidos. Para corregir a los delincuentes hay que aplicar el castigo severo, mirando siempre hacia el futuro.

Publicado el 26 de Septiembre 2013 en www.elperiodico.com.gt por Méndez Vides
 http://www.elperiodico.com.gt/es/20130926/opinion/235119/

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