En Guatemala hay varias velocidades, varias prioridades y varias campañas. La que hace en los departamentos la candidata que va segunda en las encuestas, Sandra Torres, de la UNE, no tiene nada que ver con los debates urbanos. Su apuesta sigue siendo el voto de la mujer campesina con hijos. En una campaña marcada por la mayor crisis política de la historia reciente de Guatemala, Torres confía en su conservador discurso social para derrotar a Manuel Baldizón.
Juan Gramajo señala al helicóptero de Sandra Torres dos minutos antes de que aterrice junto al salón Guatexpo de Coatepeque (120,000 habitantes, en la parte costera de Quetzaltenango, a 222 kilómetros de la capital). Juan Gramajo es agricultor y técnico en una empresa bananera, tiene 55 años, 10 hijos, una playera verde, una visera verde, una banderita verde de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), y una esperanza muy pequeña: “A Sandra le doy un poco de confianza, a los demás (candidatos) ya no”.
Un poco, en política, puede ser un voto. O no serlo. Juan Gramajo ha llegado con su esposa en uno de los muchos buses escolares que la UNE de Coatepeque contrató para llevar a 6,000 personas de aldeas y caseríos del entorno de la localidad al mitin. No hay vecinos de otros municipios. También hay gente que llega por cuenta propia. Un cinco por ciento de los vecinos, el doble que el porcentaje de capitalinos que ha llegado a la plaza con el movimiento ciudadano.
A Juan Gramajo, llegado del caserío Santa Fé (a hora y media de Coatepeque), igual que al resto de personas trasladadas en bus, le dieron un boleto para recoger un tamal, un pan y un café al terminar la actividad de la candidata a la presidencia. Seis mil refacciones por llegar en bus para apoyar la causa de la UNE. “Nos han pagado el transporte porque ir a apoyarla, perder un día y pasar hambre no es correcto”, dice Juan, impaciente.
Gramajo espera a Sandra Torres por su esposa, por sus hijas, por sus nueras, por sus nietas. A su esposa le quitaron las transferencias condicionadas hace tres meses. Las transferencias eran el proyecto estrella del gobierno de Álvaro Colom (2008-2011), coordinado por Sandra Torres, Mi Familia Progresa. Se trataba de un bono de Q600 bimestrales (US$75) condicionados a que las madres enviaran a sus hijos a la escuela y a visitas regulares al centro de salud.
El PP lo vilipendió cuando era oposición y después “lo institucionalizó” al llegar al gobierno en el Ministerio de Desarrollo Social, pero lo redujo a Q150 y lo repartió (todavía más) a gente cercana a su partido.
Si bien miles de personas fueron trasladadas en bus, las mujeres que llegan al mitin tienen claro qué quieren: el regreso del Mi Familia Progresa. Igual que José Gramajo. Y Sandra Torres, candidata a la presidencia de Guatemala, lo sabe. Por eso, según cálculos de la organización del evento, más de 4,000 de los más de 6,000 presentes son mujeres.
La imagen del mitin es clara: miles de mamás jóvenes con sus niños o bebés y centenares de abuelas con sus nietos. La estrategia de Sandra Torres es no cambiar lo que le funciona: educación, trabajo y desarrollo social. Esa fue su apuesta como primera dama y esa es su apuesta como presidenciable. El discurso social que maneja desde 2008 es estático, pero cala en el interior del país. Porque no busca dar sorpresas, busca llegar captar el voto de los pobres: más de la mitad de la población de Guatemala. Con Mi Familia Progresa (MiFaPro), entregó 12,000 transferencias condicionadas en Coatepeque cuando era primera dama.
Su objetivo electoral: las mujeres rurales
“Yo cumplí cuando fui primera dama, así que imagínense cuando sea presidenta”, dice Torres, secundada por el diputado Mario Taracena y otros candidatos locales, sobre el escenario de Guatexpo. Tras esta declaración de intenciones, la candidata con aretes verdes, tenis, jeans, camisa blanca (y camiseta interior verde), lanza su compromiso estrella: reactivar MiFaPro y ampliarlo hasta la secundaria.
También dice que creará becas universitarias, que construirá un campus de la Universidad San Carlos en Coatepeque (aunque la decisión no depende de ella porque la universidad es un organismo autónomo), devolverá el programa Escuelas Abiertas y capacitará a las mujeres para ser enfermeras y así puedan trabajar en sus comunidades.
Sandra habla y promete. Sandra habla y promete a la mujer campesina.
La escuchan Rosbelia Escobar, de 48 años, y Alba Alonso, de 32. Ambas con seis hijos y residentes en el caserío El Pomal, a una hora en carro de Coatepeque, que han llegado en un bus contratado por la organización del candidato local, como miles más. Ambas esperan la vuelta de Mi familia progresa. “La ayuda cuesta que llegue, cuesta mucho, sólo se acuerdan cuando hay campaña”, cuestiona Alonso.
Pero si no, tienen alternativas. “Apoyamos a cualquier partido, porque si ella no gana, tenemos que ver qué proyectos salen”, dice Escobar, quien junto con Alonso estuvo 15 días atrás en el mitin que dio Manuel Baldizón, candidato de Líder, en el mismo lugar.
La escucha una mujer de 25 años con su hija de 4. No quiere decir su nombre, pero tampoco tiene claro por qué ha llegado al mitín ni qué le convence de Sandra Torres. “He venido a apoyar a Sandra”, dice como un mantra.
No sólo llegan acarreados. También curiosos sin el hambre y la pobreza que llevan a tanta gente a aceptar ser trasladados por un partido para comer una refacción. Los que simplemente llegan con el hambre que da la pobreza de ideología política en Guatemala.
Como Luis de León y su esposa Aura Carrillo, dos maestros jubilados de 64 y 61 años. Llegan en moto porque ahora tienen tiempo. Ambos estuvieron en el pasado en comités locales de DC, del PAN y del PP. Ya no se meterán en más comités. No tienen el voto definido, han venido a escuchar sus propuestas. “En los partidos de Guatemala no hay ideología, sus principios son secundarios, pero sí agarrás empatía con el candidato a veces. Luego, cuando estás dentro, te llega la desilusión”, dice Luis de León mientras su esposa, con la que llevan casados hace 37 años, sí va por Sandra.
Torres quiere hacer un guiño a los hombres. En el mitin lanza una propuesta novedosa: Mi Bosque Progresa, una ayuda para ayudar a campesinos para que reforesten las tierras. Dar Q400 a cada hombre a cambio de cultivar y cuidar determinada cantidad de árboles, para devolver la vegetación a las montañas.
La aspirante que no menciona a su rival
Aunque a Sandra Torres todavía le hace falta un trecho para asegurar su participación en una segunda vuelta y poder alcanzar al candidato puntero, Manuel Baldizón, del partido Líder, no llega a mencionarlo. Sólo hace alusión al partido de gobierno.
“No hablaremos del Patriota porque ya se murieron. Hasta la novena les dieron”, dice una sonriente Sandra Torres tras mencionar que el alcalde actual (Emilio de Jesús Maldonado) ganó con la UNE, pero se pasó al Patriota. Lo que no cuenta es que los candidatos de la UNE, Alfonso García-Junco, y Ovidio López, antes apoyaban al PP. Como su vicepresidenciable, Mario Leal.
Baldizón, el candidato que lidera las encuestas, es un fantasma que sobrevuela el mitin de Sandra Torres, pero su nombre no se pronuncia. Sólo el diputado Mario Taracena, que despierta de su letargo en la silla y salta como un resorte cuando le toca su turno. Como si fuera una película de policía bueno y policía malo, él critica abiertamente a los tránsfugas que pasaron de la UNE al PP y cuestiona a Manuel Barquín, diputado que llegó al Congreso con la alianza UNE-Gana, luego se pasó al Patriota y ahora es de Líder. Sandra no menciona expresamente a Líder, pero sí tácitamente. Como cuando dice que rechaza a los partidos que acarrean gente de otros municipios. Pero no dice nada de traer a la gente de comunidades a una hora de distancia, como muchos de los 6,000 presentes.
No lo menciona explícitamente a pesar de que todavía le lleva una ventaja en los sondeos, y que el rechazo urbano a Baldizón podría ser el boleto de Torres para llegar a la Presidencia en segunda vuelta. La única encuesta publicada después de la crisis, de la revista ContraPoder, la sigue colocando segunda, con 12%, a 20 puntos del que encabeza. La periodista Dina Fernández, directora deSoy502.com, escribió que Sandra Torres puede tener más intención de voto que 12% porque las encuestadoras no llegan hasta las aldeas más recónditas, en donde está el voto de la exprimera dama. Pero de rivalizar con Baldizón, poco en el mitin.
Torres dice a penas que no compra a nadie como hacen otros, pero si bien Baldizón regaló en Escuintla una silla de ruedas hace una semana, ella arrancó su mitin de Coatepeque dejando que una señora llorara de emoción para agradecer frente su ayuda para pagar su quimioterapia y lo cerró regalando unos bastones a otro vecino.
Sandra Torres, la religiosa política que se define como socialdemócrata, solo mueve su mano izquierda durante el mitin. Con la izquierda enfatiza, señala, saluda y se despide de Coatepeque. Con la derecha, quieta, sostiene el micrófono, el que le da volumen a su voz, el volumen que le puede dar el voto. Dice que es una mujer de palabra. Y Juan Gramajo, el agricultor sin mucha fe, dice que él también: “Pero si ella fracasa, no dejamos entrar a ningún político más en nuestra comunidad”.
Publicado el 08 de junio de 2015 en nomada.gt por Elsa Cabria https://nomada.gt/todas-las-mamas-pobres-de-sandra-torres/
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