La nueva junta directiva del Congreso es una cuadrilla pintoresca: un neófito, un sobornador de periodistas, un exsindicalista del OJ, un “padre de..”, dos diputados electos por Líder y dos leales a delincuentes encarcelados del gobierno anterior. ¡Vistosos representantes de la Nación; honorables que les dicen.
A pesar de su potencial valía, el nuevo presidente tiene la hoja de vida más limpia de entre las opciones manejadas desde hace meses. Apenas cuenta con una línea curricular: ser hijo del alcalde capitalino, aunque ha sido capaz de votar a favor de aquellos decretos de la impunidad y se ha hecho notar lo suficiente para intuir cuál será la trayectoria que seguirá, direccionada desde la Muni y por el infausto entorno de consejeros presidenciales.
Poca casualidad y demasiada causalidad. No hay más que remontarse unos años y recordar a Patricia Arzú intentando, desde diferentes tarimas, hacer mítines políticos que aprovechaba su marido: el sempiterno alcalde capitalino. Aquel ridículo pudo evitarse si las ansias de poder de Álvaro Arzú hubiesen estado supeditadas al pundonor de presentar a una respetable dama para que hiciera el ridículo, y él lo sabía. Vimos recientemente cómo se nombraba a Roberto Arzú embajador ad honorem para promover las relaciones comerciales con países de América del Sur, como si no hubiera diplomacia capaz en el país o suficientes empresarios exitosos. ¡Veremos cómo termina la cosa! Su hijo Diego es diputado en el Parlacén, y el sábado pasado, el “junior” —Álvaro— era elegido presidente del Congreso. Hay muchos antejuicios pendientes, demasiados fideicomisos por auditar y años potenciales de prisión en juego, y es preciso tomar medidas para doblar el brazo de la justicia y que no llegue a ciertos personajes de la farándula política.
Como esperpento complementario de la junta directiva encontramos al diputado Galdámez, quien intentó sobornar a un periodista y es fiel servidor de los intereses del extinto partido patriota: la administración más podrida —de momento— de la política en este país. No hay que ignorar a la diputada Alejandra Carrillo, fiel a la vicepresidenta Baldetti y joyita heredada también del PP. Se puede seguir con Hernández, padre del jefe de la bancada oficialista, y Alejos, que suele estar en casi todo…, pero en todo lo que no hay que estar. En total, 92 cómplices por acción y muchos más culpables por omisión. Coincidencia o advertencia es que poco antes de elegirse la junta directiva del Congreso la justicia detuviera al diputado Julio Juárez, señalado de asesinato y que apenas semanas atrás fuera vitoreado por el presidente Morales, quien pidió un aplauso para tan insigne disputado. ¡Qué maravilla!
De tres posibles escenarios respecto del rumbo que la política tomaría en 2018, han escogido aquel en que todo va a seguir igual o peor. Por esa ruta terminaremos empujados al abismo, como consecuencia de la corruptela política, tal y como han venido intentando grupos de miserables desde el pasado año. Pero aunque estemos más cerca del precipicio veremos todavía actuaciones que pasan el límite de la legalidad, la corrección o la justicia. En respuesta —o en previsión— es posible que el tal Magnitsky aparezca nuevamente para dar un toque de atención a personajes que ven la tormenta y no abren el paraguas.
Lo bueno, si lo hay, es que han activado nuevamente la indignación ciudadana. Los diputados son altamente culpables de que este país no se desarrolle, pero nosotros también, por permitírselo. La opinión está dada, sin embargo es necesario esperar un tiempo para juzgar los resultados en los que algunos todavía creen.
Por Pedro Trujillo, el 16 de Enero de 2018, en Prensa Libre
http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/tin-marin-de-dos-pingue
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