Este país con nombre de “tierra de árboles” tiene un sistema político de raíces podridas. Cada día es más nulo, corrupto y clientelar. Por más chapuces que le hacemos, el bosque de nuestra realidad se vislumbra con un horizonte que perfila ingobernabilidad y tormentas de alta conflictividad.
Sostengo que el actual sistema de partidos políticos con sus diputados y agentes regados por todo el tablero politiquero dificulta en extremo la gobernabilidad y pone en riesgo la República con su sistema de pesos y contrapesos. Aquí hay un desbalance completo entre ambos. El peso de la justicia, por ejemplo, evidencia una disfuncionalidad creciente. Ahora la presunción de inocencia esta subyugada por la interpretación antojadiza de la ley donde privan los criterios ideológicos antes que el debido proceso y los derechos constitucionales.
Los contrapesos cuando se utilizan, van contra el principio jurídico de que en caso de duda (in dubio pro reo) se favorecerá al imputado. Ahora se le ha dado la vuelta a la tortilla y se desconoce el derecho moderno que dicta que es el fiscal el que debe probar la culpa del acusado y no esté su inocencia.
Hay críticas contra un presidente que lo elegimos como el menos malo y por no ser político. Ahora lo criticamos por malo y no ser político. Creamos una CICIG para ayudar a erradicar la corrupción en el sistema, cuando la corrupción está en la sociedad que creo el sistema.
Un país no cambia a partir de tener una cabeza de playa internacional enquistada en el sistema con un garrote en la mano y la orden de captura en la otra. Ahora prevalece la paranoia y el temor de ser tachado de “corrupto”, aunque no lo sea. Crecientemente se toman o retrasan decisiones por temor a la represalia. El país está semi paralizado. Varios bancos con proyectos avanzados para aprobar el financiamiento se retiraron “a ver que pasará”. El contrabando campea a la vista de las autoridades cooptadas. El peso mexicano devaluado ofreciendo productos baratos con precios de empresas subsidiadas con infraestructura de primera y salarios mínimos más bajos. La tormenta perfecta.
Las cárceles saturadas no cambiarán el sistema clientelar corrupto en el que vivimos. La “línea” no ha desaparecido. Sigue más viva y sofisticada que antes. Si se quiere evitar la corrupción hay que eliminar el caldo de cultivo que los crea. Leyes anti corrupción: Ley de Compras y Contrataciones, Ley de Servicio Civil, Ley Electoral y de Partidos Políticos. Reformas al sistema de justicia. Y seguridad a la inversión.
Weber decía que hay dos clases de políticos: Los que “viven para hacer política” y los que “viven de la política”. De los primeros tenemos pocos, de los segundos estamos saturados.
Los diputados no pueden ponerse de acuerdo con el Presupuesto General de la Nación porque no existe intermediación política. Solo intereses. No pueden alcanzar consensos para aprobar un presupuesto con calidad de gasto y menos opacidad.
“Un reino dividido no prevalecerá”, dice la Biblia. Nada más cierto. Jamás podremos salir adelante con una polarización que ahora enarbola la crisis de Honduras para señalar similitudes con Guatemala. Dos candidatos populistas. Uno de la derecha y otro de la izquierda. Un Zelaya soplándole en la nuca los secretos conspirativos aprendidos durante su gestión para crear caos y anarquía. Otro aferrándose al hueso con toda su maquinaria corrupta. De los dos no se hace uno. Y el pueblo paga la factura.
Para mientras la maquinaria para creación de pobres se ha activado. Esa es lamentablemente la ley que rige al capital, el cual no tiene nacionalidad y vuela al menor síntoma de inestabilidad y reglas turbias.
Para allá vamos en este país, con ínfulas de república.
alfredkalt@gmail.com
http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/la-republica-en-trozos
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