Terrorismo legalizado

Publicado Por Maria Dolores Arias, el 25 de abril 2017, Por República

http://republica.gt/2017/04/terrorismo-legalizado/


Según la Wikipedia “el terrorismo es el uso sistemático  del terror para coaccionar a sociedades o gobiernos, utilizado por una amplia gama  de organizaciones, grupos o individuos en la promoción de sus objetivos”.  Así pues el terrorismo, sin importar el apellido o el origen del grupo terrorista, se caracteriza por el uso de la violencia para imponer fines.

Debido a que quienes ejercen la violencia pueden y deben ser castigados por las autoridades, los “terroristas legalizados” buscan justificar su actuación por medio de leyes que les den el poder para actuar de tal forma sin el riesgo de ser castigados.

Es decir, los “terroristas legalizados” utilizan las leyes, inmorales en muchos casos, como un arma para actuar en contra de aquellos que se opongan a sus intereses y como un escudo que les proteja de posibles castigos por abuso del poder.

Los “terroristas legalizados”, aparentan legitimidad y transparencia en sus actuaciones, es muy importante para ellos hacer creer a la población que actúan apegados a la Ley, no importa si esta última es moral y fomenta el Estado de Derecho o por el contrario lo debilita y atenta contra el derecho individual.

Para poder cumplir su cometido deben eliminar cualquier obstáculo que se los impida, es decir, deben hacerles ver a los opositores las consecuencias de no alinearse, intentando con ello disuadirlos de su postura y, en caso de persistir en la oposición entonces aplicar la Ley conveniente a sus fines.

Algo así como, o haces lo que quiero y te perdono tus faltas o delitos, o sigues estorbándome y te castigo con la Ley para que ya no sigas entorpeciendo mis fines.  Lo que me recuerda al diálogo que sostiene Hank Rearden con un funcionario en la novela La rebelión de Atlas, en el cual este último le dice a Rearden que en realidad no les interesa que se cumplan con la diversidad de leyes aprobadas sino lo que realmente quieren es que se quebranten.

El funcionario le explica que “No hay forma de gobernar a personas inocentes, porque el único poder que tiene cualquier gobierno es el de lanzarse violentamente contra los criminales. Y bueno: cuando no hay suficientes criminales, los inventamos. Se declaran delictivos tantos actos, que es imposible que la gente viva sin quebrantar alguna ley…

‘Si uno dicta leyes que nadie puede respetar, que es imposible hacer cumplir, y que no pueden interpretarse de manera objetiva, inmediatamente se crea una nación de transgresores y, enseguida, se puede caer sobre los culpables.”

Entonces las leyes, inmorales, son las armas que utilizan los “terroristas legalizados” como mecanismo de extorsión para conseguir sus fines. No les interesa el cumplimiento de la ley, moral o inmoral, ya que por lo general la utilizan en el momento oportuno para doblegar voluntades o “mandar el mensaje” de las posibles consecuencias.

Aplicar la Ley y promover un Estado de Derecho no es el propósito de estos “terroristas legalizados”, ya que están dispuestos a “negociar” el apoyo a sus fines a cambio de “olvidar o engavetar” acciones en contra de los “futuros acusados”.

El “terrorismo legalizado” es un signo de falta de instituciones sólidas, de acumulación del poder y de la pérdida de controles republicanos que limiten la función del gobierno.  El “terrorismo legalizado” difiere del cumplimiento correcto de la Ley. En el “terrorismo legalizado”, la aplicación de la Ley queda a la discreción arbitraria del funcionario y no se aplica en base a principios. Se vuelve importante la  oportunidad o coyuntura política.

El terrorismo, sin importar si está legalizado o no, es una forma violenta de imponer sus fines a los demás. La diferencia es que los primeros buscan aparentar legitimidad mientras que los segundos son honestos al no falsear la realidad y la naturaleza violenta de sus acciones.

El “terrorismo legalizado” en nuestro país es un cáncer que debemos detectarlo a tiempo antes de caer en un sistema de aparente legitimidad, con una oposición silenciada por el miedo.

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