La Guate cavernaria está cambiando

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Publicado por Prensa Libre el 2 de febrero 2017

La Guate cavernaria está cambiando


Una persona adicta que quiere salir del hoyo donde está se pone metas a corto plazo, realizables. Un país adicto a la corrupción, la violencia y la impunidad, igual. Y así va la Guatemala que quiere ser país, como quien quiere dejar atrás una adicción, dos pasos adelante, uno atrás, y otro más en avanzada. Si no que lo digan estos dos últimos años, y el cisma político que seguimos viviendo.



En la línea de Steiner y su economía de caricias, diría que —como ciudadanía— hemos sentido algunas caricias positivas desde el 2015. Las manifestaciones ciudadanas, los actos de justicia que han puesto en evidencia a políticos y empresarios corruptos, los juicios de derechos humanos, entre más, son caricias que nos permiten recuperar la confianza perdida y nos devuelven dignidad. Pero esto también me hace acudir a la frase de una novela de William Faulkner: “Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor”. En Guatemala estamos muy acostumbrados a las caricias negativas, esas que duelen y ya no notamos. Antes de sentirnos solos entramos en esta rueda de impunidad, o elegimos y sostenemos lo peor, lo conocido: malos políticos, empresarios abusadores, un sistema de justicia corrupto y asociado a poderes paralelos que quieren seguir gobernando el país, y un histórico sistema de exclusión social. Inconscientemente, nos acostumbramos a lo que hay, porque en cualquier desierto también el charco de agua sucia alivia la sed, aunque nos mate.

Sin embargo, lo que está pasando ahora en el sistema de justicia guatemalteco nos regala caricias positivas que, como ciudadanía, necesitamos para seguir adelante. En esta ocasión, la Corte de Constitucionalidad (CC) se la jugó: anuló la elección de la presidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), Silvia Patricia Valdés, electa en medio de serios cuestionamientos y propuesta, en su momento, por la magistrada Blanca Stalling, ahora también a las puertas de un posible antejuicio. Ambas asociadas a un proyecto político mafioso particular de larga data que necesita operadores para no morir. Además, la CC le dio también vía libre al proceso judicial en contra del jefe de bancada del partido oficial, Edgar Ovalle, señalado por casos de violaciones a derechos humanos durante el conflicto armado. Escribo esto antes de que hayan elegido la nueva presidencia de la CSJ, y se habla de una presión fuerte del grupo Stalling-Valdés para seguir en el poder. Veremos los resultados de esta correlación de fuerzas, pero habrá que acudir más al Código de Ética del OJ, porque la ética no puede obligarse, pero esta herramienta sí puede aplicarse.

Lo sucedido alimenta un sentido de proceso que nos permite comprender mejor que, en contextos democráticos, ningún cambio profundo se produce por una sola manifestación ciudadana, una sola reforma legal, un solo cambio político. Todo junto es lo que va dando resultado en el tiempo. En el caso de la reforma judicial y la depuración de las cortes, la magistrada Claudia Escobar fue quien se atrevió, en el 2014, a destapar el tráfico de influencias y a exigir la repetición de la elección en la CSJ, señalando múltiples irregularidades y falta de independencia judicial. Desde entonces hasta hoy, pasando por las manifestaciones del 2015, siguiendo con las acciones de instancias como la Fundación Myrna Mack y otras de sociedad civil que luchan para contribuir a erradicar la impunidad del sistema judicial, y terminando con actuaciones impecables como la de la magistrada Ma. Eugenia Morales, la Guatemala cavernaria está cambiando. Y todo hay que relacionarlo con las elecciones del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (Cang) que serán en dos días, y con la Reforma Judicial que está caminando. Un Estado, o se reforma todo, a partir de una visión estratégica, ética e integral, o no se reforma. Esto ya pasó del “apenas empieza”.

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