La Guatemala que jamás existió

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Publicado por Canal Antigua el 15 de diciembre 2016

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Así me siento, y seguro es el sentir de la mayoría de guatemaltecos que añoramos un mejor país a sabiendas de que no contamos con las bases que nos permitan alcanzarlo. Como ya pasó una vez, estamos en el proceso de escribir una historia de otra “Primavera” perdida.

En su oportunidad, la agenda progresista de Jacobo Árbenz y el gran Juan José Arévalo fue decapitada por una agenda americana anticomunista que es adoptada por las élites tradicionales. Esta adopción es responsable de forjar una ideología radical en contra de todo precepto que apele al bienestar de la mayoría en pro de una minoría que defiende puntualmente sus intereses, los cuales dejo a criterio del lector hacer un recorrido histórico de los mismos.



Esta es una historia que pocos en Guatemala estamos dispuestos a estudiar, escudriñar, discutir y aprender de ella. Somos herederos de modelos, ideologías y costumbres que han demostrado ser nocivas y detractoras del verdadero desarrollo, tanto económico como social.

El resultado es un sistema que se nutre de la corrupción y que requiere de la cooptación del Estado para su buen desempeño. La Primavera que inicia el 2015 y que es liderada por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público (MP), logra fragmentar el sistema poniendo en evidencia lo profundo y horizontal del mismo. Sin embargo, para continuar con este proceso, se requiere que los guatemaltecos estemos dispuestos a enfrentar las consecuencias que conlleva dicha ruptura.

Si no asumimos esta postura, corremos el riesgo de perder lo que hasta ahora hemos ganado. Las fuerzas para mantener el statu quo son mas poderosas de lo que nos imaginamos, y así como con la bandera anticomunista se perdieron diez años de desarrollo en 1954, así podemos hoy regresar a un sistema de cooptación, corrupción, impunidad y anarquía. En el recuento de los hechos del 2016, hemos podido ser espectadores de las formas más retorcidas de desvirtuar los avances de una ciudadanía, que se propuso romper con el histórico círculo vicioso de la impunidad y la corrupción.

Resulta que dentro del deseo de erradicar la corrupción, se nos olvidó especificar que estábamos dispuestos a apoyar esta lucha solo y siempre cuando esta no afectara nuestros intereses y beneficios ni que tampoco salpicara a nuestros círculos cercanos. Todo parece indicar que no leímos las letras más pequeñas del trato, el que a gritos y plantones exigimos en la plaza, enardecidos en búsqueda de justicia. Guatemala no ha cambiado, de igual manera que lo que añoramos los guatemaltecos jamás ha existido.

Sin embargo, los sucesos del 2015 y el 2016 nos dan una pequeña luz acerca de que el cambio que tanto requiere nuestro país es de hecho factible. Si lo que añoramos jamás ha existido, alcanzarlo será más lento y más complicado de lo que alguna vez pudimos visualizar.

Los avances, por pequeños que parezcan, son de hecho gigantescos. No permitamos que la letargia y los tropiezos opaquen nuestra visión de un mejor país. Este es un proceso que requiere perseverancia y mucha paciencia, ya que, aunque en la marcha no contamos aún con las bases que nos permitan implementar los cambios que se deben de dar para alcanzar esta que hoy parece una utopía.

La oportunidad es hoy, y si no asumimos una postura responsable, definida y activa ante este pulso de poderes, habremos sido nuevamente espectadores indiferentes de cómo se escribe nuestra historia por terceras personas, que han demostrado nunca tener en consideración nuestros intereses.

Esta responsabilidad conlleva aceptar las consecuencias del cambio, el cual requiere del rompimiento de cadenas históricas. Este proceso es difícil, ya que en el mismo cada quien y desde su sector conocerá su historia, analizará su presente y definirá su futuro dentro de esta Guatemala que tanto añoramos y que jamás existió.

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