Nos debemos luz, justicia y alegría

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Publicado por Prensa Libre el 15 de diciembre 2016

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Guatemala nos debe luz, justicia y alegría. Ya es tiempo, nos lo debemos. Una generación ha pasado desde la firma de los acuerdos de paz, y nuestros cuerpos siguen siendo cruzados cada día por oscuridades que no hemos pedido, por malas noticias, por realidades que avergüenzan de tan ciertas, por demasiada sangre, indignidad e indefensión. Vivimos en un país teóricamente libre y democrático, pero encerrados, abusados e inseguros.



Cada día la desnutrición crónica y aguda de la mitad de todos los niños y las niñas menores de 5 años se mete en nuestros platos de comida. Cada día se estrellan contra nuestro futuro las vidas interrumpidas de las más de 83 mil niñas y adolescentes que quedaron embarazadas en el 2016 en Guatemala, y la magra salud que llevan en sus cuerpos ocupados. Cada día se mueren niños y niñas por enfermedades que pueden prevenirse; se mueren pilotos de bus asesinados frente a nuestros ojos. Y todo esto sucede a ritmo de una corrupción y una impunidad que insisten en ponernos de rodillas. Más allá de increíbles jueces, juezas y magistrados que practican la justa-justicia y le hacen honor de su profesión, tenemos otras y otros que nos dan vergüenza, pero que no van solos; nuestra corrupción es gremial y corporativa. Van de la mano de empresarios, políticos y capitales emergentes del narcotráfico que han sabido engrosar cuentas bancarias ajenas y propias.

Este año, el Congreso de la República empezó bien, limpiando la casa, emitiendo algunas leyes que estaban pendientes (y otras innecesarias), tratando de hacer algo distinto del Legislativo. Ahora ese organismo está de nuevo en manos de la bancada oficial, con el riesgo que eso supone para el ejercicio 2017, de volver a las acostumbradas oscuridades. En otro sentido, el Organismo Judicial también preocupa, primero porque tiene en sus manos los casos más sensibles de corrupción y derechos humanos, que harán (o no) que la ciudadanía vuelva a creer en la justicia y el país posible. Segundo, porque de buenos y éticos jueces y juezas depende devolvernos mucho de la fe perdida en el Estado, y hay varios funcionarios que siguen prefiriendo el juego sucio. Y finalmente, también nos pone en alerta un Poder Ejecutivo que ha carecido de horizonte desde el principio de la actual gestión; con familiares directos de la primera y segunda cabezas del Estado señalados por corrupción, veremos cuán real es la independencia de poderes, en este momento donde podemos avanzar diez pasos, o retroceder veinte años.

En Guatemala es imposible ser indiferente; es muy cansado cuando la consciencia despierta y nos recuerda todo lo que está pendiente por hacer. Y a pesar de todo aquí estamos, porque es el lugar donde nacimos y donde viven nuestras familias; es el territorio donde nos hicimos personas. Pero nos debemos mucha luz, mucha justicia y mucha alegría. Nos merecemos bailar más y dolernos menos; queremos ya tener un país que sea país. Nos merecemos habitar las ciudades y caminar por nuestras calles y caminos. Toca darle paz a las nuevas generaciones y que la juventud actual piense, cuestione, proponga y accione. A esos hombres y mujeres jóvenes les toca recibir la estafeta con ganas de mejorarnos la plana a los que hemos hecho la Guatemala que tenemos. Toca que las ideologías no nos separen, sino que nos pongan a pensar, hablar y actuar juntos; se supone que para eso sirven. Aquí ya nos toca vivir de otra manera.

Eso nos pide despedir el 2016 con fuerza y recibir el 2017 con el coraje y la energía que habremos de tener para que lo oscuro, lo triste y lo injusto no vuelvan. Que se vayan poco a poco, porque las mujeres y los hombres de Guatemala ya merecemos algo que se llame país.

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