Matrimonio infantil y forzado

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Publicado por Siglo XXI el 29 de noviembre 2016

http://www.s21.gt/2016/11/matrimonio-infantil/


Cuando dos adolescentes se casan, la vida, tarde o temprano, les recordará que no era el momento. Su falta de madurez, en todo sentido, pero también las condiciones adversas que los llevan a tomar esa decisión, son de los principales factores que indican que matrimonio infantil no solo es forzado sino que atenta contra la vida plena de quienes lo realizan. La precariedad económica, las percepciones patriarcales o relacionadas con otros valores, se encuentran alrededor del drama de un matrimonio infantil y forzado. En otras palabras, vale la pena que la sociedad no deje de ponerle atención a este problema y que sigamos atentos a su reducción o eliminación total.



Mañana, 23 de noviembre, se cumple el primer año de la entrada en vigencia del Decreto 8-2015 que establece que las personas mayores de 16 años y menores de 18, deben contar con autorización de juez para poder casarse. A ello se agrega el nuevo Acuerdo de la Corte 12-2016 en el que se indica que el juez o jueza deberá privilegiar el interés superior de la o el adolescente. La PGN tendrá que emitir opinión. Según el Plan Internacional y la Mesa a Favor de las Niñas (quienes impulsaron la campaña El Matrimonio no es cosa de niñas), y con datos suministrados por ECPAT, en el 2015, antes del decreto mencionado, se registraron 21,109 matrimonios de menores de 18 años.

Este año, ya después del decreto, la Corte Suprema de Justicia, según Plan Internacional, informa que se han solicitado 37 matrimonios de personas menores de 18 años, de quienes 18 no fueron autorizados, 12 sí y en trámite otros 7. Es decir, de manera legal la realidad ha empezado a ser cambiada. Pero no debemos perder de vista que de manera fáctica, las prácticas de venta o entrega de niñas, en un falso contexto de matrimonio, siguen ocurriendo y no contamos con estadísticas sobre ello.

Así que la realidad no está totalmente cambiada. Aunque estos cambios legales son realmente importantes y ya evidencian efectos positivos en nuestra sociedad, los esfuerzos por la transformación de la cultura, de la visión y de las prácticas patriarcales siguen siendo un imperativo ético y social que no podemos abandonar o debilitar, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos. Porque aquí no se trata solo de responsabilidades del Estado, puesto que el interés por la plenitud de la vida de niñas, niños y adolescentes, es de todos y todas. En su presente digno, pleno y caracterizado por el goce de todos sus derechos, está la posibilidad de que nuestro país pueda sonreírle a otro modelo de desarrollo económico, social y cultural.

La realidad dramática y vergonzosa de las niñas guatemaltecas es la evidencia más sólida para afirmar que estamos muy lejos de podernos sentir civilizados o desarrollados. Porque no se trata solo del matrimonio forzado al que se someten niñas y adolescentes (dentro o fuera de la ley), sino de la negación de derechos sociales, económicos y culturales que se agudizan siempre en los sectores más vulnerables. Recordemos que el patriarcado se manifiesta en su versión de machismo cotidiano y es ahí donde la ley y las políticas poco pueden hacer. Pero las personas sí podemos ir cambiando actitudes, valores y formas de sentir, sentir y actuar a favor la dignidad de toda persona, principalmente de quienes son más vulnerables. Los cambios en actitudes y visiones sí están en nuestras manos, no dependen de otros. Ahí está nuestro aporte a cambios como el del matrimonio infantil y forzado.

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