Publicado por Prensa Libre el 28 de octubre 2016
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A la ciudadanía generalmente no le gusta involucrarse en los temas públicos porque considera que hay pocas posibilidades de que su participación tenga alguna incidencia. Si bien esto pudo haber sido cierto algún tiempo atrás, cada vez lo es menos. Los sucesos de esta semana en Guatemala nos demuestran que si la ciudadanía se involucra puede hacer la diferencia.
Iniciamos la semana con la amenaza de un bloqueo a nivel nacional de parte de los dirigentes del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), que se han caracterizado precisamente por realizar bloqueos a nivel nacional con el fin de presionar a los gobernantes a ceder a sus peticiones.
Lo interesante de esta ocasión es que la ciudadanía reaccionó. Desde el fin de semana que se divulgó la amenaza de bloqueos, muchos expresaron su disgusto y desaprobación a través de las redes sociales.
Tal fue la ola de comentarios en contra que incluso se convirtió en noticia en los medios de comunicación.
Como consecuencia de esa oposición, los dirigentes de la organización anunciaron que no se realizarían bloqueos sino que harían marchas. En efecto, el día anunciado, cuando muchos esperábamos los habituales bloqueos y la imposibilidad de transitar por el país, los miembros de Codeca, en la mayoría de lugares, no bloquearon las carreteras y se limitaron a marchar de las entradas de las ciudades a su centro, en donde entregaron a las autoridades sus peticiones. Hubo algún par de lugares en donde sí realizaron bloqueos, pero distaron mucho de la envergadura de la amenaza inicial.
Yo creo que este es un gran triunfo de la ciudadanía. Sin necesidad de “alguien” que los organizara, la gente manifestó espontáneamente su sentir con relación a los bloqueos. Nadie los organizó, nadie los “lideró”. Fue simplemente la expresión de un hartazgo e impotencia acumulados a lo largo de innumerables ocasiones donde los bloqueadores han abusado —cometido delitos— y evitado que la ciudadanía se pueda movilizar libremente.
Si bien es cierto la violación directa es sobre el derecho constitucional que todos tenemos de circular libremente en el país, las consecuencias van mucho más allá de simplemente no poder pasar.
Para muchos implica no poder llegar a su trabajo, con el riesgo de perderlo. Para otros involucra no poder realizar el trabajo que realizan por su cuenta, con la implicación de no poder llevar comida a su familia ese día. Para otros representa no poder entregar los productos que la gente necesita para su diario vivir. Y para otros puede significar la muerte.
De allí que sea necesario recalcar, una vez más, que no es lo mismo manifestar que bloquear. Todos tenemos el derecho de manifestar nuestra opinión, nuestro sentir, sobre cualquier cosa o tema que nos interese. Pero eso no nos autoriza a violentar los derechos de los demás. No es lo mismo ir a manifestar frente al palacio nacional, frente a la Casa Presidencial, frente a la Gobernación Departamental, frente a la Municipalidad —sin impedir que las demás personas puedan seguir con sus vidas— que imponer a todos los demás un bloqueo para obligarlos a escucharnos. Manifestar es un derecho, bloquear es un delito.
Así que, si usted hizo oír su voz en esta ocasión, sepa que no fue en vano. Quizá puedan pasar desapercibidas las voces de una o dos personas, pero cuando somos muchos, especialmente ahora que la tecnología abre la posibilidad de que nuestra voz se escuche en muchas partes y por muchas personas, nos hacemos oír. Ya empezamos, no hay que perder la aviada.
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