Impuestos y corrupción

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Desde tiempos remotos los impuestos han sido un tema muy sensible, considerados por los historiadores como una de las principales causas de guerras, revoluciones y ocaso de las grandes civilizaciones.

Haciendo un escaneo histórico de los tributos, relacionados con los despilfarros y la corrupción de los gobiernos, nos damos cuenta de que no hay final feliz. Por ejemplo, la decadencia de la civilización egipcia fue consecuencia, en parte, de intolerables tributos que detuvieron el proceso productivo.

Una de las razones de la caída del Imperio Romano, según el historiador alemán Thomas Mommsen, fue la excesiva carga fiscal. En su libro sobre la Historia de Roma hace referencia: “Los últimos césares comprendieron, demasiado tarde sin duda, que su política tributaria, unida al despilfarro de los gastos, llevó al Imperio Romano al fin”. La Revolución Francesa surge también en gran parte como resultado de un descontento del pueblo, ante los elevados impuestos.

Y en nuestro caso particular, no se necesita ser un gran auditor para comprender que si la SAT no recauda los impuestos necesarios para cubrir los gastos del Estado, simplemente no habrá fondos para ejecutar los presupuestos de todas las carteras.

Sin embargo las opiniones que argumenta la gente son muy válidas y deben considerarse, si es que se desea emprender nuevos cambios. Primero, ¿Cómo pretenden incrementar los impuestos, si el Gobierno no es lo suficientemente transparente y eficiente para garantizar la calidad de la ejecución presupuestaria?

La clave consiste en la transparencia, honestidad y ejecución fiscal eficaz. El pueblo está harto de tener que mantener un elefante blanco, o sea la burocracia del país. Y nunca ver los tangibles que le ayuden a sobrevivir, es decir escuelas, hospitales, seguridad, justicia e infraestructura.

Segundo, ¿por qué existen tantos privilegios fiscales para ciertos sectores?, porque no pagan impuestos las universidades, iglesias y colegios, por ejemplo, si estos no hacen ningún favor a los alumnos al cobrar las altas cuotas. ¡Privilegios!… para nadie. El que tiene más debe pagar más. Deben revisarse las llamadas fundaciones, que no son más que una excusa para evadir impuestos.

Hasta hoy, la mayoría de personas que sí tributan de manera cabal son quienes conforman la clase media, es decir profesionales independientes y pequeños-medianos empresarios. Algunas de las grandes corporaciones y empresas guatemaltecas, según hemos visto, son los grandes evasores. Y ahora que ya han recibido el mensaje más que subliminal del Gobierno, donde agarraron a dos o tres conejillos de indias para dar una advertencia a los demás, se esperaría que los “empresarios fuertes” se pusieran a cuentas con las SAT.

Aparte de la violencia e inseguridad que existe en nuestro país, hemos entrado en una profunda crisis económica y un estancamiento que podría ser nefasto. El verdadero reto de una reforma fiscal debe ser generar una pronta reactivación económica.

Guatemala es uno de los países con mayor grado de desigualdades en la distribución de la riqueza. De hecho, hay dos Guatemalas, y eso ¿cómo se va a manejar tributariamente?

Lo que necesitamos son resultados y no más experimentos fallidos. Hasta hoy han circulado diferentes rumores sobre la intención del Gobierno de incrementar los impuestos, pero no se ha presentado nada concreto. Las reformas fiscales en Guatemala siempre han sido de tipo coyuntural y no con una visión integral a largo plazo. Cualquier transformación fiscal debe ser producto de un amplio análisis que mida el alcance de su ejecución y no debe improvisarse.

Publicado por www.prensalibre.com el 10 de Agosto 2016 por Brenda Sanchinelli Izzepi..
http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/impuestos-y-corrupcion

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