Creo en el sindicalismo. Por supuesto. Creo en que todos los trabajadores tenemos derecho a mejorar nuestras condiciones laborales, a tener ingresos decorosos y dignos. Creo en la superación de cada individuo, pues seguro estoy que aporta indudablemente a la superación de la entidad para la cual labora.
Ser sindicalista es fomentar un movimiento que busca el crecimiento de quienes sirven a una institución pública o privada, y lucha por la defensa de los derechos colectivos.
Pero exigir el respeto de los derechos, también implica cumplir con obligaciones. Y la obligación de un sindicalista es cumplir a cabalidad con su trabajo, con profesionalismo y entrega. Quien así lo hace, contribuye a que crezca la institución para la que labora y así esa productividad permita que esa entidad cumpla con ofrecerle mejores condiciones laborales y también salarios decorosos y dignos.
Pero no puedo creer en los grupos que se hacen llamar sindicalistas y que abandonan sus puestos, dejando de servir a quienes aportan para que sus salarios se hagan efectivos. No puedo creer en esos que dicen exigir que se abastezcan de medicinas los hospitales, en esos que piden mejores escuelas con pupitres dignos, pero una vez les paguen sus bonos y les den sus aumentos salariales, se olviden de que los hospitales siguen sin medicinas y las escuelas tienen cada vez más goteras y menos pupitres.
Como creer en esos que cierran las calles y carreteras sin pensar en el resto de compañeros ciudadanos que tienen necesidad de trabajar para sobrevivir. Por supuesto que no se puede generalizar, pero la mayoría es de esos. Sí, de esos que usan y abanderan la cara de Ernesto Guevara, sin saber siquiera quién fue este hombre y por qué luchó y murió. Oyen a los Guaraguao, pero no los escuchan.
Guatemala necesita trabajadores que de verdad se fajen por su sociedad. Que luchen con el ejemplo. Conozco a muchos de esos, pero ya ninguno abandera movimientos sindicales, quizás precisamente porque saben que los actuales dirigentes solo buscan saciar sus ansias de poder y recibir beneficios muy personales, usando su estatus de dirigente.
Es tiempo de luchar por innovar a Guatemala, pero tenemos que cambiar nosotros primero. Una vez mostremos esa solvencia moral, entonces podremos exigir que los demás también le cumplan a la sociedad. Antes es ser individualistas y demostrar que solo hablamos de los derechos colectivos y sociales, del diente al labio.
Evolucionar es modificar nuestro comportamiento de tal forma que garanticemos la búsqueda del bien común, a sabiendas de que solo de esa forma cada uno también se beneficiará. Luego de ello, entonces, podremos exigir a todo aquel que no cumpla. Pedir que nos paguen más, porque hemos cumplido con nuestra parte y con ello nuestra entidad tiene ahora más ingresos. Pero si seguimos pensando individualmente, nunca vamos a lograrlo. Los maestros deben ganar más, por supuesto, pero antes deben enseñar más y bien, para que cuando los estudiantes lleguen a la universidad no pasen la vergüenza de no saber nada.
Solo así Guatemala va a cambiar. Protestemos con solvencia y el pueblo nos apoyará.
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