Los niños y adolescentes repatriados a El Salvador, Guatemala y Honduras, principalmente desde Estados Unidos y México, superaron los 55 mil entre 2014 y abril de 2016, de acuerdo con cifras oficiales. Entre ellos, 22,940 eran menores guatemaltecos, según datos de la Dirección General de Migración (DGM).
Asimismo, en ese lapso, la Dirección General de Migración y Extranjería de El Salvador (DGME) registra un total de 14,645 menores de edad deportados a ese país. Mientras que el Instituto Nacional de Migración (INM) hondureño reportó 17,716 menores repatriados que migraron de forma ilegal.
Del total de 55,301 personas, un 41.5% fueron guatemaltecos, el 26,5% fueron salvadoreños, y el restante 32%, hondureños, de acuerdo con datos facilitados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
El número de menores de 18 años retornados en los primeros cuatro meses de 2016, es un 3.6% superior que en el mismo lapso del año pasado.
En El Salvador, el incremento es del 39.8% y en Guatemala, del 0.9%, mientras que Honduras fue el único que registró una reducción en las repatriaciones con un 17.7% menos.
Según el jefe de la misión de la OIM en el Triángulo Norte de Centroamérica, Jorge Peraza, las razones por las que los menores migran son la violencia, así como la búsqueda de la reunificación familiar y mejores condiciones de económicas.
Peraza señaló que la deportación de niños y adolescentes “casi que se ha duplicado” en 2015 y los primeros cuatro meses de 2016, en comparación con 2014, cuando Estados Unidos declaró emergencia por el incremento en el flujo irregular de niños y adolescentes que migran a los Estados Unidos sin sus padres.
En 2014 la región alcanzó los 19,770 menores retornados, mientras que entre enero de 2015 y abril de 2016 llegaron a los 35,531, aproximadamente un 80% más.
Añadió que “no se ha llegado a duplicar, pero estamos con un incremento sustancial” por lo que los gobiernos de estos tres países deben “seguir redoblando esfuerzos en esta materia” para que “se puedan atender las causas estructurales” que generan la salida de los niños y adolescentes.
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