DON MIGUEL ÁNGEL GÁLVEZ se ha sabido ganar la admiración de los guatemaltecos conscientes. La fórmula para lograrlo ha sido simple: cumplir con su deber. Nada más. En un país como Guatemala, ello significa valentía, arrojo y entereza. Y su caso es notorio pues por infortunio esa falta de cumplimiento de las obligaciones es una característica demasiado arraigada en los el país. Tiene numerosos ejemplos. Explica la irresponsabilidad de quienes dejan a su suerte a mujeres con hijos. Explica en mucho la corrupción cometida por las autoridades, en especial las de menor jerarquía. Se le puede considerar válidamente como una clara prueba del subdesarrollo nacional, sobre todo en el invaluable campo de la corrección y la ética.
EL CAMPO DE ACCIÓN de don Miguel Ángel Gálvez es la impartición de justicia, donde se encuentra una de las mayores carencias de la sociedad guatemalteca. Su caso no es el único, porque existen numerosos jueces cuyas decisiones se apegan a las leyes, pero a causa de la importancia de los casos llegados a sus manos, su figura ha crecido de manera satisfactoria para el país. Tiene un estilo personal pausado, emplea una voz serena, sus gestos no reflejan emoción y provoca una cierta tensión por el tiempo utilizado para expresar sus decisiones. Pero cuando lo hace, provoca el renacer de las esperanzas porque la impunidad comience a perder terreno. En él es impensable la gesticulación y el aplauso a sí mismo, y esto lo reconocen defensores y fiscales.
ME PARECE JUSTA Y SOBRE TODO fundamental la expresión pública y clara de la admiración por la forma como ha actuado en todos los difíciles e históricos casos confiados a él. No había sido un personaje cuyas actuaciones fueran motivo de interés ciudadano especial y de cobertura periodística, pero ahora es una de las estrellas del firmamento jurídico nacional. Por ello y por desgracia, eso lo hace colocarse en el riesgo de recibir presiones, a veces cuando se desarrolla alguno de los juicios, y ahora como consecuencia de terceras personas cuyo propósito es intimidarlo. El rechazo ciudadano a estas amenazas, veladas o no, debe ser inmediato y por ello enviar un claro mensaje de repudio a quienes ordenaron estas prácticas inmorales.
LO OCURRIDO AL JUEZ GÁLVEZ trae al tapete el tema de la indispensable seguridad para los jueces y, en general, para quienes integran el Organismo Judicial en cualquiera de sus niveles. No se puede exigir una justicia pronta y acorde a derecho si los ingresos de los togados no son acordes a la importancia de los cargos, pero tampoco es posible exigirlo si las condiciones mínimas de seguridad no se cumplen, no existen o no son suficientes ni bien planificadas y llevadas a cabo de esa manera. Ciertamente el Estado tiene la obligación de tomar cartas en el asunto, y por el otro lado quienes reciben la necesaria protección están obligados a aceptar las sugerencias de los expertos a fin de no colocarse en situaciones de potencial riesgo.
CONCUERDO CON LA IDEA de llevar la voz de alarma a las instituciones internacionales de Derechos Humanos, así como de entidades plurinacionales como la Organización de Estados Americanos y la misma Organización de Naciones Unidas. Al mismo tiempo, solicitar a los países amigos la asesoría y, si es posible, la ayuda directa para emplear en Guatemala el tipo de medidas comunes en el extranjero para la protección de personas con la importancia jurídica de don Miguel Ángel Gálvez. Las amenazas no pueden ser tomadas a la ligera, y ese es un principio básico. Mientras tanto, la ciudadanía guatemalteca tiene el papel de manifestar su apoyo a alguien cuya decisión personal he puesto en claro la posibilidad de apostar por el sistema jurídico.
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