Hoy se cumplen los tan esperados cien días de la administración de Jimmy Morales y haciendo un recuento de sus acciones, hasta ahora no se logra entender cuál es su plan de trabajo.
Muchos aún están esperando que arranque, otros piensan que es muy pronto para poder ver resultados, y la gran mayoría considera que el país ha estado a la deriva desde hace mucho tiempo y que Morales, habiendo teniendo la posibilidad de hacer algo positivo, no ha sido capaz de tomar el timón del barco para conducirlo hacia cualquier rumbo. Prácticamente estamos al garete, totalmente perdidos y sin esperanza de lograr redireccionar la ruta de Guatemala.
Pese a que Jimmy fue electo por ser la antítesis del político tradicional, esa etapa romántica quedó atrás, el excomediante no ha podido escuchar el clamor popular, y hasta la fecha no ha liderado un cambio profundo en el sistema político y social de la Nación.
La percepción general es que Morales ha incumplido sus promesas de campaña y hasta ahora ha mostrado una gestión estéril para resolver los problemas estructurales del país. Aunque su lema era: “Ni corrupto, ni ladrón”, no ha iniciado un combate frontal de la corrupción. También prometió en su campaña electoral que su prioridad sería la salud, pero hasta ahora los hospitales siguen en un abandono absoluto. El presidente no ha podido tomar decisiones que puedan aliviar para nada la crisis. Aunque se entiende que hay un problema presupuestario, si él tuviera la voluntad política al menos podría ya haber empezado a solucionar algunos inconvenientes y paliar la crisis.
La población está decepcionada porque considera que Morales no será capaz de ejecutar las acciones necesarias para sacar al país de la ruina en la que está sumido, porque no tiene la personalidad para hacerlo, no posee ningún liderazgo, es incapaz de tomar decisiones, es una persona limitada, sin determinación para emprender un nuevo rumbo, frenar a quienes pretenden manipularlo y actuar en pro del pueblo de Guatemala.
Además fue un pésimo momento —cuando todo el mundo estaba esperando evaluar sus cien días de gobierno— emitir sus últimas lamentables declaraciones ante la prensa internacional, con las que solo ha confirmado que es un hombre que no tiene mucho sentido común, que emite palabras insensatas, que para él son una “broma”, pero para otros son hirientes y por esta razón pueden ocasionar una crisis política interna.
El presidente debe dejar de lado sus bromas de mal gusto y ser más cuidadoso con sus palabras, para generar en los demás una percepción de que es un hombre inteligente, pero sobre todo sabio, que piensa antes de hablar. Que entienda de una vez que ya no está en campaña, y no se enfoque tanto en su línea discursiva. El pueblo ya no quiere palabrerío, quiere hospitales, escuelas y seguridad —como mínimo—. La gente está muriendo de hambre, y bajo este escenario las bromas salen sobrando.
Habrá que ver los resultados de las encuestas sobre la percepción de la aprobación de la gestión de Jimmy Morales. Pero aparte de las estadísticas y números fríos, la percepción real de la gente es que si el presidente no da un giro de 180 grados a su gestión, el país se hundirá. La población más pobre y necesitada del país ya no puede seguir esperando ni un día más por su comida, seguridad, justicia, empleo, salud y educación. Guatemala necesita de un verdadero líder, que ame a este país de verdad. Morales debe asumir realmente su papel de presidente y convertirse en un estadista, empezar a actuar con independencia, o pronto tendrá que pagar una factura muy cara por su distracción.
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