La justicia es también un derecho soberano

Por ello, en el marco de una democracia que ha madurado y de una sociedad que cada vez quiere menos polarización, es importante que la justicia se aplique sin discriminación. Se cometieron abusos en diferentes instancias y no hay un solo responsable; bajo esa consideración, debe prevalecer el Estado de Derecho.

En ese contexto, también es imperativo que los procesos que se han derivado de esa guerra interna no discriminen autorías, sino hagan valer la imparcialidad y el respeto a la presunción de inocencia.

Estamos frente a juicios que son fruto de una marcada guerra ideológica en los que, incluso, se ha vulnerado la soberanía del país por la intromisión extranjera. Por ejemplo, la sola presencia diplomática en un caso estrictamente interno como el juicio Sepur Zarco, puede interpretarse como una manipulación o presión a los operadores de justicia para favorecer a los querellantes adhesivos.

Evidentemente, se ha satanizado a un sector, y los grupos que viven de la división social, ya sea por el financiamiento interno o externo, se han alimentado del resentimiento de familias enteras y de un rencor que de nada le sirve al país. El año pasado brotó una nueva Guatemala, fruto de la unidad nacional, ¿por qué fracturarla ahora con fantasmas de odio?

Es cierto, deben juzgarse los hechos en los que se ha comprobado que se cometieron violaciones a los derechos humanos, pero con un principio de ecuanimidad y respeto a la integridad de quienes se sientan en el banquillo de los acusados. Los jueces deben ser los primeros en dar el ejemplo, y no prestarse a los juegos de quienes hacen de estos casos su negocio.

Todo proceso debe llevarse a cabo sin prejuicios ni anticipación de criterio; con el respeto al debido proceso, sin intervenciones de ningún tipo y sin sesgos ideológicos que hacen de esto, un circo romano.