En bachillerato con Ulrich, que como buen alemán era una bala en la virula y me cerraba vuelta con facilidad evidente, nos atravesábamos la ciudad de oriente a poniente para visitar a nuestras novias y de una vez pedir, más de alguna vez, posada a Luis cuando la noche nos cerraba la jornada a kilómetros de nuestros hogares.
Mis hijos no saben lo que es andar de forma libre en bicicleta por la ciudad y salvo amigos que gustan del deporte y se organizan para salir en caravana, el placer por utilizar la bicicleta como medio de transporte es cada vez más restringido. El tránsito es denso, peligroso, poco amigable, irrespetuoso, imprudente y asesino.
Consultando el internet y sin dar fe de la fiabilidad de la fuente encontramos que en San Luis Missouri, Estados Unidos, en 2003 se levantó la primera Ghost Bike y se calcula que de esa fecha para ahora existen más de 600 en varias ciudades. En Ciudad de Guatemala la primera se colocó en el bulevar El Naranjo, el 13 de noviembre recién pasado, al haber muerto Erwin Damián López, de 53 años. Estas Ghost Bikes o Bicicletas Blancas, como se ha traducido son en honor de una víctima, pero sobre todo pretenden ser una forma de exigir respeto para el ciclista. Las bicicletas blancas quedan como monumentos perpetuos en el sitio de la tragedia.
Juan Pablo Gularte, ciclista profesional, fue atropellado y como consecuencia se produjo su muerte el sábado recién pasado en carretera a El Salvador.
Se abrirá un nuevo proceso judicial lleno de expectativas, pasiones y dolor; el presunto responsable ha sido recién capturado, pero los temas de responsabilidad que los decidan los jueces. Acá preguntémonos: ¿Cómo es posible que una actividad tan sana se haya convertido en un riesgo tan alto?
La bicicleta, sin importar la condición social, es el medio de transporte promovido en muchas ciudades como solución al desastre de los embotellamientos, pero nosotros al haber perdido el concepto de lo que es vivir en comunidad y con un medio cada vez más contaminado y hostil, pedalear es un riesgo.
En todas partes hay accidentes, 600 Ghost Bikes lo atestiguan, pero en Guatemala cada vez hay menos banquetas y el peatón no tiene ni espacio porque el privilegio es para los postes, así que ocupar parte de la calle con una bicicleta es aún mucho más peligroso.
Descanse en paz Juan Pablo Gularte y tantos otros que han caído por gustar de sentir el viento en su cara por medio de un esfuerzo propio y silencioso. El mejor homenaje a tantas víctimas es exigir soluciones inteligentes o estaremos condenados a llorar una nueva tragedia.
¿Cuántas bicicletas blancas más erigiremos para que los dueños de los destinos municipales entiendan que andar en bicicleta es un derecho y una necesidad?
Publicado el 16 de diciembre de 2016 en www.prensalibre.com por Alejandro Balsells Conde http://www.prensalibre.com/opinion/bicicletas-blancas
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