Bastaría regresar a las décadas de los 60 y 70 cuando la marea que inició el despojo del erario y el aprovechamiento de los recursos nacionales, identificó a los personajes de la vida política, que transmitieron la doctrina de que, en este país, se puede robar a granel, si se respeta el ingrato pacto: “El sucesor nunca debe juzgar los desfalcos que hicieron sus antecesores y los venales de su equipo”. Ydígoras, por sus concesiones a la venta del pollo y la explotación de los bancos de camarón; los gobernantes militares los secundaron con la concesión de la explotación marítima y se sirvieron a su antojo con el repartimiento de la Franja Transversal del Norte y buena parte de lo que el Fydep regaló en Petén a sus séquitos de allegados. Los siguientes, prefirieron conceder la explotación del petróleo y sus eternas regalías. Más cercanos: la explotación minera, convirtieron el Ocret en el reducto al alcance para repartirse las playas de todo el país. Tan insaciables son ahora, que se roban también buenos trechos de las áreas protegidas. Son los mismos gobernantes los que han fomentado ese ángulo de robar a manga ancha, sin que nadie les reclame absolutamente nada. Su onda expansiva se convirtió en la mayor destrucción del desarrollo del país.
En la década de los 90, cuando los alcaldes y los consejos de desarrollo tuvieron presupuesto para sus comunidades fue el acabose. Los diputados departamentales se volvieron empresarios y así se conformó el triángulo del engaño y sobreprecios a las comunidades que tanto desarrollo les han cercenado. Pronto los narcos se dieron cuenta, que no debieran descansar solamente en las manos de algunos policías y comandantes. Les echaron el ojo a los alcaldes fronterizos para aliviar todas sus penurias. Con el presente Gobierno la alta corrupción se entronizó desde los cargos de Presidente y Vicepresidenta hasta el más amargado vista de aduanas.
Las muestras del arribismo social y económico de todos estos estratos políticos, por su violento enriquecimiento explotan en todo el territorio. Los excesos en sus formas de vida tocan las fronteras de criminalidad social, mostrando sin desvergüenza los trofeos de su cínica existencia en bienes, transporte, vestimenta, vida social etcétera.
Viven en sus eclécticos palacios, construyen en las playas mansiones de revista; a fuerza de testaferros se convierten en empresarios, finqueros, para presumirnos de ganaderos y criadores de caballos. Compran su avioneta a nombre de su viejo compadre. Y lujo que miran en la vida de personajes de telenovela, lujo que se les antoja. Padecen del complejo del pobre que quiso tener dinero, la cabeza no le dio, pero que solo por convertirse en político, se pudo enriquecer.
Son el ejemplo de inmoralidad diseminada en todo el territorio, a los que sus empleados les sonríen, cuando ponen a su amante de oficinista, y el acostón les sale gratis, porque nosotros pagamos el salario de los dos. Enseñan a sus hijos y esposas a ser sinvergüenzas por la vida que se dan y el lujo con que se mueven. ¿Votará usted por alguno de estos pillos? Yo no.
Publicado el 07 de agosto de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Silvia Tejeda http://elperiodico.com.gt/2015/08/07/opinion/el-arribismo-que-destruyo-guatemala/
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