Elogio a la bicicleta

Con este título el Doctor Marc Auge, (antropólogo de la Escuela de Altos Estudios de Francia y quien fue miembro de la terna en mi examen público de antropología social), editó un libro en el que relata la importancia de la bicicleta en la historia de la humanidad. Para ello, Auge hace un viaje imaginario al siglo XIX, cuando la bicicleta era el medio de transporte más “moderno”, hasta la utopía de una ciudad del futuro en la que la movilización de sus habitantes sea mayoritariamente en bicicleta, con lo que según su apreciación, se obtendrían las siguientes ventajas: mejoría en la salud de las personas por el ejercicio de pedaleo; reducción de costos, personales y para el Estado, al reducirse consumo de energía de origen fósil; recuperación del medioambiente por reducción de contaminantes; alivio en el tráfico urbano al reducirse los automotores; etcétera.

La bicicleta, además de económico y versátil medio de transporte, ha sido instrumento de deporte y de distracción. Esto último al permitir desplazarse afuera de las ciudades contemplando el medio natural. En el deporte de la bicicleta, recuerdo de mi juventud haber participado en competiciones de corto recorrido; como también recuerdo la anécdota del gran ciclista Miguel Induráin quien de niño ascendía diariamente por escarpadas carreteras transportando pesados cacharros con la leche que en la granja familiar se producía, hasta que un día un periodista deportivo vio su extraordinario esfuerzo y le ofreció el apoyo para entrenarse, llegando a ser cinco veces campeón del Tour de Francia y dos del Giro de Italia, ganando dos veces el Mundial de Velocidad en ruta. Otro caso paradigmático es el del ciclista profesional Lance Armstrong, quien después de padecer un cáncer de testículo se coronó siete veces campeón del Tour de Francia (1999-2005), y a quien en el 2012, a mi parecer de manera injusta, le retiraron todas las medallas por dopaje. Hoy el español Alberto Contador es ejemplo de lucha, al haber ganado dos Tours de Francia y dos Giros de Italia, en uno de los cuales corrió con un esguince de hombro, soportando fuertes dolores y sin poder medicarse (por riesgos de dopaje).

En Guatemala también tenemos héroes en el ciclismo; baste recordar a Aureliano Cuque López, dos veces campeón de la vuelta a Guatemala, (1959 y 1961), y a quien hubo que amputársele una pierna como consecuencia de un accidente en que lo atropelló un automóvil. Los hermanos Benigno y Saturnino Rustrián fueron ambos campeones. Hoy es el quetzalteco Manuel Rodas quien ha puesto en alto el nombre de Guatemala en el ciclismo. Vale mencionar que un guatemalteco, Rolando Ovando, se trasladó a España en donde ha vivido corriendo profesionalmente en el equipo de Miguel Induráin. Y no solo profesionales han corrido la vuelta a Guatemala, hay varios aficionados que lo han logrado, Gustavo Porras (exsecretario de la Paz), uno de ellos.

He querido retomar el elogio a la bicicleta porque me parece que en Guatemala no se le ha dado la importancia que tiene para resolver el grave problema del congestionamiento de tránsito, con todas las ventajas adicionales ya mencionadas. Miles de guatemaltecos se desplazan en bicicleta, especialmente en las ciudades del interior; y sin embargo, no hay facilidades para hacerlo de manera segura y cómoda. Hoy la bicicleta está volviéndose un medio de transporte en las grandes ciudades; baste mencionar a Barcelona, considerada la más amigable del mundo para el ciclismo. Barcelona cuenta con ciclovías en toda la ciudad; alquiler de bicicletas situadas en lugares estratégicos en los que se puede tomar una cicle y devolverla en otro punto; todo perfectamente organizado y controlado.

En la ciudad de Guatemala hay una pequeña ciclovía sobre la avenida de La Reforma. Ojalá se tomara en serio la construcción de ciclovías en las ciudades del país; con ello se estimulará este fantástico y hasta “romántico” medio de transporte.

¡Estaríamos mejor!