Nadie que conozca a Otto Pérez Molina y sepa de su trayectoria política y militar puede imaginar que el presidente era ajeno a lo que ocurría a un costado de su despacho y que la número 2 del gobierno actuaba de manera inconsulta e independiente. Querer presentar al mandatario —un oficial de inteligencia— como un títere en las manos de una malvada villana no resiste el menor análisis.
La salida de la vicepresidenta se explica como una estrategia para salvaguardar al presidente y volver las aguas a su cauce. Así se lo hicieron ver a Pérez Molina gente muy cercana a su entorno, y aunque su negativa se mantuvo por casi 15 días, no le quedó más remedio que ceder cuando era evidente que la corriente lo arrastraba a él también. Pero su decisión otra vez fue tardía, como pasó con la prórroga del mandato de Cicig que debió anunciar en el medio del escándalo, y que todo el mundo leyó como producto de la presión generada por el destape de La Línea.
La crisis alcanzó al presidente, y aunque haya quienes piensen que la llegada de Maldonado Aguirre —el juez del establishment, como lo bautizó el medio digital Nomada— puede generar cierta estabilidad, esta no garantiza por ningún lado la continuidad de Otto Pérez, pero sí la del statu quo, que al final es la que les interesa. Sin embargo, siguen midiendo mal la fuerza de la calle y apostando al cansancio y al olvido —tan frecuentes en nuestro medio urbano hasta hace poco— para llegar sin novedad al 14 de enero.
Pero la gente tiene muy claro que esto no termina aquí, que recién estamos empezando. Sabe que además de exigir la salida de los corruptos —funcionarios del Ejecutivo, jueces, diputados y magistrados— hacen falta transformaciones de fondo que garanticen cambios profundos en el sistema. Hay una conciencia colectiva que va por más (#RenunciaNoBasta). Porque no se trata de sacar una banda descontrolada —como la del patriota— para que en su lugar llegue otra, a continuar el saqueo (#NoTeToca). Se trata más bien de encontrar los caminos de reformas que garanticen romper con esta simbiosis existente entre el crimen organizado y el Estado, que no alcanza solo al gobierno.
Las reformas al actual régimen electoral y de partidos políticos, que son la puerta de entrada de las mafias al poder, y los tan necesarios cambios en el sistema de justicia —empezando por los mecanismos de elección que están absolutamente cooptados y corrompidos, aunque el otrora magistrado Maldonado Aguirre y dos de sus colegas les hayan dado la bendición en la CC— son dos de los temas medulares de esta cirugía mayor que se requiere.
Y perdónenme el escepticismo pero se me hace casi imposible creer, a pesar de los acuerdos a los que evidentemente llegaron para designarlo, que “el juez del establishment”, garante del statu quo, por decir lo menos, los pueda conducir.
Publicado el 19 de mayo de 2015 en www.prensalibre.com por Marielos Monzón http://www.prensalibre.com/opinion/vamos-por-mas
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