Yo también quiero instituciones, pero unas que legitimen la conducción decente del poder en el marco de un Estado de Derecho, que estén al servicio de la gente y del bien común. Es prácticamente imposible que haya cambios de fondo si se reeligen los mismos diputados y alcaldes que han amparado la corrupción y el abuso de poder de manera sostenida. Y parece que, en muchos casos, así será. Hay ocasiones en que las crisis son tan profundas, que piden cambios de fondo. Dicen los expertos en salvar lagos, que cuando la contaminación de un gran cuerpo de agua ya es “casi” irreversible, lo que toca es darle vuelta al agua completamente, oxigenarla. Es lo que debería pasarle a Guatemala hoy.
Por ello, tanto si vamos a elecciones en los términos actuales, como si no vamos gracias a la protesta ciudadana, lo que tocaría es cambiar a la gente que ha hecho mal las cosas por tanto tiempo. A partir de allí, cambiar las reglas del juego. Para ello, hará falta que los indignados sigamos más allá de las renuncias; harán falta hombres y mujeres intelectual y políticamente aptos para servir a su país (que los hay), éticamente comprometidos con una manera distinta de ejercer el poder y pensar en la gente, capaces de lograr y respaldar importantes pactos sociales. ¿Estoy soñando? Hoy no lo creo. Y tampoco me siento sola. Históricamente, en el mundo, esta ha sido la única vía real para la transformación profunda de sociedades y naciones decadentes.
Sucede, eso sí, que este país está tomado por la corrupción y la impunidad, y eso no se cambia en un día. De allí que los cambios hayan de ser radicales. Sucede que muchos defienden la institucionalidad porque no les conviene perder un modo de vida o porque no saben qué harían sin instituciones mientras se vuelve a un nuevo orden. Los cambios deberían ir por depurar los tres organismos de Estado, la SAT, la Contraloría General de Cuentas, y las municipalidades, entre muchas instancias más; van por una reforma a la ley de servicio civil y otra al sistema electoral y de partidos políticos; van por reformas constitucionales profundas. Pero, sobre todo, van por recuperar a Guatemala desde la gente, para la gente.
Llega el 16 de mayo, día de manifestaciones pacíficas y propositivas en distintas partes del país. La gente se está organizando, está hablando, se está informando, tiene ganas de ir y está contenta de saber que su participación cuenta para cambiar una realidad que ya no va más. Ojalá que los de siempre no metan violencia solapada en estos espacios ciudadanos que buscan alcanzar la luz de un túnel que parecía no tener fondo. Ojalá que los nuevos senderos se abran para dar paso a otra Guatemala. El silencio y el miedo fueron los recursos del pasado, la voz y la participación, los recursos de hoy.
Publicado el 14 de mayo de 2015 en www.prensalibre.com por Carolina Escobar Sarti http://www.prensalibre.com/opinion/oxigeno-para-guate
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