Puso al presidente Otto Pérez Molina a hablar por ella, como si fuera su vocero y dejó una carta donde se vanagloria de haber luchado contra la corrupción.
El Presidente, en un discurso fallido, la felicitó, la elogió, la llamó “valiente”, y señaló que su renuncia era una decisión voluntaria.
¿En serio, Presidente? Guárdese las palabras dulces para los momentos íntimos. Con miles de guatemaltecos en las calles pidiendo a gritos la dimisión de Baldetti, con el embajador de los Estados Unidos apretándole … la garganta, con el escándalo de “La Línea” explotando como campo minado en tribunales, ¿y usted dice que ella se fue por su gana?
No haga ese papel Presidente… No nos dé vergüenza. Usted aún representa a este Estado. Respete su juramento, respete la dignidad de su cargo.
Pero sigamos con la salida de Baldetti.
Qué rebonitos términos, los de la carta de renuncia. Un poco de humildad hubiera sido bienvenida, un poquito nada más. ¿Qué tan difícil era decir en términos llanos que se sometía a la justicia?
Pero no, había que jactarse de transparente, cuando está acusada de estar involucrada en una vasta red de contrabandistas: una organización que le ha robado a los guatemaltecos miles de millones de quetzales. Había que pretender que la investigación que ha evidenciado esa mafia fue iniciada ni más ni menos que por ella, ella, ella y Pérez Molina.
¿Acaso no escuchamos en los audios cuando uno de los acusados dice que se hace lo que “La Señora” manda? ¿Acaso no oímos bien cuando otro explica que “El Presidente” sabe que la CICIG les sigue la pista, que aquello “era un mercado” y que por eso hay ordenarse y cambiar el modus operandi? ¿Por qué clase de tontos nos toman?
La renuncia está bien, es un primer paso, pero no basta.
Ahora, ya sin antejuicio, debe proceder una investigación completa, imparcial y exhaustiva que indague sobre la posible vinculación de la cúpula del Ejecutivo con la mafia de aduanas y quizá con otras más, que nuestras buenas sospechas tenemos de otras instituciones que también han servido para el saqueo.
Sería bueno que conociéramos el registro migratorio completo de Baldetti y su ex secretario privado, Juan Carlos Monzón, porque a estas horas todavía no se sabe exactamente cómo y cuándo se movieron mientras regresaban de Corea.
Luego, falta que el Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala presenten la evidencia que ya tienen y analicen los documentos encontrados en los allanamientos, que se conozcan en pública audiencia en tribunales.
Eso es especialmente importante, que las audiencias sean públicas. Después de lo que hemos visto con las medidas sustitutivas otorgadas a dos jefes de La Línea, a Teniente Jérez y Eco, es crítico que el público conozca la evidencia que presentan los fiscales, para que luego no haya forma de hacerse el loco.
Y lo más importante: hay que escudriñar en todos los rincones y revelar quiénes lucraban con esta rentable cadena de corrupción que defraudaba las aduanas y con las demás que existen (las que cotizan medicinas, la que construyen obra pública, las que otorgan plazas fantasma).
Hay que limpiar el sistema.
El movimiento ciudadano no debe enfocarse en hacer caer emblemáticas. Debe ir más allá de eso: ir por el sistema que cobija a las ratas. A las del Ejecutivo, las del Congreso, las de la administración de Justicia y las de todos los gremios, incluido el mío, la prensa.
Tampoco podemos olvidar que el dinero robado no lo pueden conservar. No se vale transar unos años de cárcel a cambio de guardar fortunas mal habidas. No señor: ¡a extinción de dominio!
La corrupción nos mata, nos roba el futuro. Hay que seguir presionando para rescatar la justicia y las instituciones, la idea misma de Estado de Derecho.
Publicado el 11 de mayo de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Dina Fernández http://www.elperiodico.com.gt/es/20150511/opinion/12301/No-basta-la-renuncia.htm
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