Susana Barrios Beltranena
Finalmente en Noruega se dio a conocer, a través del reporte publicado el 23 de abril de 2015 en el diario Bistandsakuelt (http://www.bistandsaktuelt.no/nyheter-og-reportasjer/arkiv-nyheter-og-reportasjer/norge-er-utsatt-for-en-svertekampanje),el uso de los fondos que ese país otorga a Guatemala, a través de sus agencias de cooperación. Haber hecho público el destino de tales recursos fue una buena noticia para nosotros los guatemaltecos. Creemos que también lo habrá sido para los contribuyentes noruegos.
Es tiempo que la sociedad noruega, y la de otros países europeos, analicen detenidamente lo que sucede con sus contribuciones al desarrollo de países como Guatemala. Deberán ser los noruegos quienes tomen una decisión sensata sobre el rumbo que sus autoridades políticas, civiles y religiosas, ahora inconsultamente dan a sus impuestos y donaciones. Por su parte, corresponde a las autoridades guatemaltecas dictaminar, con alto criterio cívico, si las actividades financiadas contribuyen al desarrollo del país o si por lo contrario, minan nuestra precaria institucionalidad.
Aplaudo el valioso trabajo de investigación de los medios de comunicación noruegos, que se han esforzado para poner luz sobre esta información. Ha quedado expuesto, sin mayores reservas, el destino de los fondos noruegos. Posiblemente en un futuro próximo los suecos, los holandeses, los españoles y los ciudadanos de otros países en Europa y América, también se enteren de la verdad. Cuando conozcan la forma como ha sido invertida su generosa ayuda, creo que muchas personas se van a sorprender profundamente.
¿Acaso saben en Noruega que el CUC y lo que ahora es la Fundación Rigoberta Menchú, dos de las entidades que reciben su financiamiento, participaron activamente el 31 de enero de 1980 en la toma de la Embajada de España en Guatemala? Aquel acto aciago dejó como saldo la muerte de 37 personas, incluyendo a dos Ciudadanos Notables de nuestro país, Eduardo Cáceres Lenhoff y Adolfo Molina Orantes. ¿Saben que miembros de esas organizaciones han promovido y participado en el asalto a campamentos de construcción e incendiado sus instalaciones y maquinaria como forma de oponerse a que se construyan carreteras en el país? ¿Qué en tales asaltos hubo muertos? ¿Saben que esas organizaciones, entre otras, merced al apoyo diplomático de Noruega y de otros países actúan con la mayor y más vergonzosa impunidad?
También, me motivó a escribir este comentario la declaración del Embajador de Noruega en Guatemala, Jan Gerhard Lassen, quien declara que el periodismo en Guatemala es “pobre y poco crítico”. Dice que los periodistas son poco serios y que no hacen un buen trabajo. Agrega: Es un problema en este país que la educación periodística y la práctica no tengan buena calidad. Lassen termina proponiendo que la Embajada bajo su cargo y la de otros países enseñen periodismo de buena calidad a los periodistas guatemaltecos.
La simpleza con que el embajador pretende enfocar las situaciones vividas en Guatemala, raya en lo ofensivo. Los guatemaltecos hemos sufrido la acción subversiva que se mantiene a la fecha por medio, principalmente, de organizaciones que actúan con patrocinio noruego y de otros países que conforman la cooperación internacional.
Entendemos que el propósito del Embajador al dar esa respuesta, fue minimizar la importancia del involucramiento de su país en la criminalidad local. Una situación muy delicada, que además está bajo su control, y que le hace quedar muy mal parado ante sus autoridades superiores. Por ello, y por su superficialidad, rechazamos enfáticamente sus comentarios y declaraciones.
Acusar a los periodistas de falta de calidad en su trabajo y hacerlos responsables por lo ocurrido, exhibe las precarias condiciones profesionales y humanas del diplomático noruego. Lo hace dentro de un marco de insolente arrogancia, no solamente por la grosería que muestra hacia la prensa guatemalteca, sino al pretender que Noruega, podría venir a “educar” a los periodistas guatemaltecos para, según él, elevar la baja calidad periodística local. Declaraciones como esa, no debieran estar, bajo ninguna circunstancia, en boca de quien representa oficialmente a tan admirada nación escandinava.
No existe duda, ya que es un hecho indiscutible, que el gobierno noruego está interviniendo en un país soberano, otorgando apoyo financiero a actividades abiertamente delictivas. Estamos convencidos de que tales acciones nunca serían aceptadas por la sociedad noruega. Como también lo estamos de que ¡jamás!, bajo ninguna circunstancia, Noruega permitiría la presencia de un país extranjero financiando crímenes en su territorio.
Fondos noruegos son empleados para incitar a revueltas, robos, atracos, desequilibrio político, robo de energía eléctrica, bloqueo de carreteras, intimidaciones, secuestros y hasta asesinatos. Todo esto sucede a través de grupos que reciben financiamiento noruego y de otros países “amigos” como Holanda. Casos que ya fueron dados a conocer en Pi, Plaza de Opinion (Ver http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=548), el pasado 20 de abril de 2015 en el artículo titulado “Denuncia holandesa”.
Guatemala es un país de alto riesgo, donde con dificultad se ha logrado mantener la libertad de expresión. Aquí la libertad de prensa no proviene de un Estado que la respete y la garantice. Aquí es un derecho que los periodistas se ganan día a día. Una lucha que frecuentemente produce mártires. En Guatemala, a pesar de intimidaciones y actos violentos en contra de los informadores y de sus familias, estos siguen adelante, tercamente empeñados en lograr un país mejor. Aquí la libertad de expresión conlleva peligros para los articulistas, quienes exponen verdades que las élites políticas, criminales, militares o de cualquier otra índole querrían mantener ocultas. Aquí, los periodistas viven en peligro.
Se requiere valor y coraje para ejercer el periodismo en Guatemala. Esos atributos no se obtienen en los salones de clase de una universidad europea. Son condiciones que las personas van alcanzando poco a poco, durante muchos años. Se trata de periodistas que cobran en la mayoría de casos, una remuneración muy baja, pero siguen trabajando por amor a la profesión y un profundo sentido de compromiso con su país. Son personas con un alto sentido de dignidad. Hombres y mujeres comprometidos con informar a los demás, actividad que perciben como una de las más altas obligaciones ciudadanas. Por eso nadie, puede venir a menospreciarlos a ellos y a su trabajo, como lo ha hecho el embajador Lassen.
Este no es un tema ideológico ni de claro oscuros. Aquí se vislumbra con brillantez que no hay culpa alguna en el periodismo guatemalteco. Tampoco la hay en los periodistas guatemaltecos, ni hay falta de profesionalismo periodístico. Aquí, lo que hay es una clara intervención de grupos desestabilizadores ayudados con fondos de cooperación noruega.
Yo, como ciudadana, exijo no solamente una disculpa digna, preferiblemente honesta y acompañada de algún rasgo de humildad, por parte del Embajador de Noruega en Guatemala, Jan Gerhard Lassen, hacia los periodistas guatemaltecos, ofendidos públicamente con sus declaraciones a la prensa noruega.
Conozco a cabalidad el buen corazón y generosidad del pueblo noruego. Sé de su esplendidez al aceptar que parte de sus impuestos se canalicen a países necesitados. Sé también que el resultado de acciones como las antes mencionadas, no es el apoyo que los noruegos desean proporcionar y mucho menos, verse involucrados en actos semejantes.
Al Embajador, a quien he dejado mensaje en su oficina sobre esta crítica, a pesar de saber que no tengo ninguna obligación de hacerlo, con respeto, con buena fe, le sugiero desistir de su propuesta de un proyecto de cursos noruegos para un buen periodismo en Guatemala. Nuestros valientes periodistas no los necesitan. Si es bien cierto que siempre habrá algo que aprender, pero también lo es que es que el periodismo guatemalteco tiene mucho más que enseñar.
Necesario, prioritario y conveniente, sería que los guatemaltecos, conjuntamente con otros países receptores de cooperación, diéramos algunos cursos a los embajadores de los así llamados “países amigos” con el fin de hacerles entender, el inmenso daño que causa a nuestro país, su intervención en estos términos.
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