O nos hacemos los ciegos y sordos o hemos llegado a acostumbrarnos a los titulares y noticias que no pasan de ser sensacionalistas. Cada cierto tiempo aparece una nota de investigación que nos causa furor y que se discute en círculos sociales por un tiempo breve. Lo terrible es que no hay seguimiento, la memoria es de muy corto plazo y no relacionamos uno con otro; se trata como caso aislado. Recordemos, con la estafa de 80 millones de quetzales en el Congreso de la República, al inicio del gobierno de Colom, se tuvo conocimiento que el presidente Otto Pérez estaba involucrado de alguna manera. ¿Se hizo realmente una investigación profunda? ¿Funcionaron los pesos y contrapesos? ¿Dónde estuvo la Contraloría? Eso sí, rápidamente se disiparon los rumores y la prensa no dijo nada más.
Para un político, resolver las dudas de electores sobre su actuar debería ser prioridad, siempre y cuando esto fuera consecuencia para una nueva elección. Lamentablemente, no lo es. Tenemos diputados que se reeligen una y otra vez, cuando su proceder no es nada claro; alcaldes que todos sus vecinos conocen del enriquecimiento de él y su familia, pero lo siguen eligiendo. Realmente es alarmante el poco desarrollo de pensamiento crítico.
Durante todo este gobierno se viene diciendo de la cantidad de propiedades que adquieren los funcionarios públicos. Fotografías de los feudos del presidente y la vicepresidenta; mansiones, hoteles, casas de descanso, caballos, etc., pero aquí, nada pasa. La población lo ve como oír llover. Es imposible que con un sueldo, por muy jugoso que este sea, se pueda adquirir tal patrimonio. Es usual escuchar en el Congreso: “Deja que pasen los periodicazos, rápido se olvida todo”.
Con este último escándalo, el de La Línea, si existiera un poco de ética y moral en los funcionarios, la señora vicepresidenta debería separarse de su puesto por voluntad propia; despojarse de la inmunidad que le da su cargo y someterse a una investigación real y verdadera. Si fuera una investigación imparcial, ella debería justificar cómo, con su sueldo de diputada y de vicepresidenta, logró adquirir todas sus propiedades, como las de sus familiares.
Guatemala es un país pobre porque sus congéneres la empobrecen. Un país donde los jóvenes están creyendo, y mucha de la población, que robarle al Estado no es malo, es natural. Por ello, y como decía una directora de escuela, “el que se deja, se deja”. Ojalá digamos basta; demostremos a nuestros hijos lo que es la honradez y el trabajo digno, y devolvamos a esta tierra toda su riqueza, dando una ejemplar consecuencia a todos los ladrones.
Publicado el 24 de abril de 2015 en www.s21.com.gt por Lucrecia de Palomo http://www.s21.com.gt/cuaderno-escritor/2015/04/24/uel-que-se-deja-se-deja
No Responses