Sylvia Gereda

Se inauguraba 1992 cuando regresé de estudiar Periodismo en Colombia para trabajar en el diario Siglo XXI, que arrancaba.

Y allí, sumergida en una sala de redacción conocí a un personaje de pantalones vaqueros raídos, botas desgastadas, hebilla sin brillo y sombrero viejo.  Era Alfonso Portillo. Regresaba de México donde había sido catedrático.

Durante meses se presentó, sin tregua, a la recepción de ese diario para ofrecer sus escritos como analista económico, una y otra vez fueron archivados hasta que un día el golpe de suerte le llegó, cuando el editor del suplemento económico se vio en la emergencia de aceptar las contribuciones de Portillo para llenar espacios.

Lo demás pasó tan rápido, que apenas nos dimos cuenta. Sus columnas gustaron y al poco tiempo fueinvitado a escribir. En cuestión de meses ya era el sucesor de Lizardo Sosa como director del Suplemento Económico y desde la palestra que el periodismo le concedía, consiguió llegar hasta los más importantes políticos de la época y conquistar la confianza del general Ríos Montt quien, al no poder participar, le cedió su espacio en la contienda electoral por la Presidencia.

Portillo, a quien todos llamábamos Pollo Ronco, no era ejemplo de trabajo. Astuto y divertido sí, pero jamás aplicado. En más de una ocasión el equipo acudió en su ayuda por retrasos e incumplimiento en la edición. La parranda, los chistes, amigos y excesos eran sus aliados.

El resto en la vida de Portillo es público e historia. Sin embargo, la pregunta que hoy surge es la siguiente: ¿cómo un individuo que regresó a Guatemala con una mano al frente y la otra atrás, acusado de asesinato en México y condenado por lavado de dinero en Estados Unidos, consigue no solo conquistar espacios periodísticos sino políticos y posicionarse como el líder nacional? (Según las últimas encuestas, el 47 porciento considera que ha sido el mejor presidente).

El fenómeno Portillo no debe despreciarse. ¿Cómo es posible que el dirigente de uno de los gobiernos más corruptos de la historia regrese creyéndose el hijo pródigo?

No hay que olvidar que la mayoría de funcionarios del régimen de Portillo fue sindicada de corrupción, enriquecimiento ilícito y malversación. A partir del 2002, el Departamento de Estado revocó más de unadocena de visas a sus funcionarios por participación en el crimen organizado, lavado de dinero y corrupción. Entre ellos: Francisco Ortega Menaldo; Alvarado MacDonald y sus hijos; el exministro de Comunicaciones, Luis Rabbé; otros más como Marco Tulio Abadío, el exministro Byron Barrientos, sus jefes del Estado Mayor Presidencial, los hermanos Salán Sanchez terminaron en prisión.

Otros miembros del gabinete testificaron, como José Armando Llort, en contra de Portillo luego del desfalco de más de Q200 millones en el Crédito Hipotecario Nacional.

Estos son solo algunos datos aislados para refrescarnos la memoria y meditar… ¿Por qué este tipo de líderes sigue despertando pasión? ¿Podríamos decir que somos una sociedad enferma?

Continuará…