Una de las reformas que debería incluirse en el futuro es que la convocatoria al proceso postulador sea con un año de antelación, para lograr ejecutar todos los procedimientos con absoluta calidad y certeza. En Guatemala debe aprenderse a legislar conscientemente, con lógica adaptada a nuestra realidad y no simplemente por costumbre, que arrastra con serios vicios que impiden el éxito de un proceso de esta índole.
¿Cómo es posible que aún no les hayan proporcionado a la Postuladora los fondos para los gastos? A pesar de los problemas, se observaron diferencias sustanciales en este proceso, como lo dijo muy bien uno de los decanos que integra la comisión, fue mejor no hacer las reuniones en las instalaciones de la Usac, “porque allí apesta a azufre”. Muy válido el comentario, ya que todos estamos hastiados de la politización de la universidad estatal, y convencidos de que cuando interviene su Rector y sus respectivos decanos, ya se espera un sesgo que beneficie a los intereses de poderes fácticos.
La academia debe ser una reserva moral que actué en pro de elegir una terna de profesionales de altura. De los cuales de antemano y por lógica debían excluirse el excontralor Carlos Mencos y el subcontralor Sergio Pérez.
Dicen que para llegar al puesto basta con tener astucia, hacer asociaciones gremiales o alianzas, y comprometerse con políticos (o sea vender su alma al diablo). Ahora la brasa caliente llega al Congreso, del cual esperaríamos transparencia y no negociaciones asquerosas. Al menos deben considerar que el elegido tenga el puntaje más alto, créditos académicos, que sea de trayectoria intachable, juventud, valor, carácter y determinación, pero ante todo que jamás haya trabajado en la Contraloría.
Pero más allá de la podredumbre esperada, el perfil del CPA que ocupe el puesto de fiscalizar el erario nacional no debe perseguir el continuismo de una institución fallida, corrupta y con grandes clanes, que como lo han dicho públicamente, es un grupo de 25 años de historia que la han tenido copada.
Es preocupante recurrir a dinosaurios que ya demostraron servilismo y prácticas fallidas al frente de la institución, sería continuar con el clientelismo.
Se necesita sangre nueva, capaz de inyectarle a esa institución su fuerza de fiscalización y sobre todo que no se haga de la vista gorda.
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