Es por ello que fue bautizada Samabaj, al unir la mitad del apellido del descubridor y el vocablo maya “abaj”, que significa piedra.
Los datos arqueológicos indican que este lugar era un centro de peregrinaje en una isla que ocupaba un área de 350 por 450 metros, afirmó Sonia Medrano, directora del proyecto arqueológico Samabaj.
Se ubicaba frente a las faldas del volcán Tolimán, a unos 500 metros de la playa.
El sitio quedó sumergido a unos 30 metros de profundidad y hasta la fecha se manejan tres teorías sobre las causas de la subida del lago a ese nivel.
La primera atribuye el colapso a las diferentes coladas de lava del volcán Atitlán, las cuales taparon en forma “abrupta” el embalse natural del Lago. Datos geológicos revelan que esta lava tiene dos mil años de antigüedad, explicó Samayoa.
Otra posibilidad es que el Lago constituya una caldera volcánica que tuvo una erupción gigantesca hace 80 mil años. A 400 metros de profundidad se han encontrado elevaciones o “domos volcánicos”.
Samayoa expuso que esto fue revelado luego de un recorrido conjunto de tres científicos: un vulcanólogo, un geólogo y un oceanógrafo, quienes usaron sonar durante la investigación. Al “hincharse” esta caldera originó el aumento del nivel del Lago.
La tercera teoría sugiere que una lluvia extrema causó una inundación de gran magnitud.
“El Lago ha tenido ciclos de nivel de hasta 10 metros, pero nunca volvió a bajar a este punto”, afirmó Samayoa.
Así fue encontrada
Después de varios reconocimientos subacuáticos, Samayoa fue deduciendo que en el fondo del Lago había algo más que arena.
“Había notado alineaciones extrañas de piedra que creía que eran naturales, pero después de unos 30 buceos encuentro una estela (No. 1 ) con su plato de ofrenda enfrente. Allí dije: Esto no es natural. Fue algo indescriptible”, aseguró.
Samabaj fue registrada como sitio en el Instituto de Antropología e Historia (Idaeh) en 1998.
Años después, obtuvo el apoyo de Leon Reinhard, con quien colabora para dar otro paso importante: el reconocimiento del fondo del Lago y del sitio por escáner digital, a cargo del Instituto de Oceanografía Scripps de La Jolla, California.
En el inicio de la investigación, Samayoa estuvo a cargo del reconocimiento de la isla.
El registro y medición de las estructuras fue obra de Medrano y la arqueóloga Adriana Linares.
“Los arqueólogos estamos acostumbrados a ver cosas cubiertas de vegetación por miles de años. Aquí es al contrario. Tenemos el esqueleto del sitio, totalmente lavado, por lo que hemos aprendido a interpretar de adentro hacia afuera”, indicó Medrano.
Hallazgos
Fue en el 2008 cuando comenzó la investigación científica del sitio y, después de cuatro años de trabajo, se han identificado 18 monumentos, entre altares y estelas.
La Estela 1, en piedra de basalto, es la más notoria porque es la única hallada de pie. Además, se han identificado grupos habitacionales de distintos tamaños, con cúpulas talladas en piedras naturales in situ.
Medrano considera que funcionaban como espejos que se llenaban de agua para observar el cielo y medir el tiempo. Se incluyen baños de vapor y una plaza cerrada.
Los hallazgos más recientes dan cuenta de cuatro muelles construidos alrededor de la isla, a base de piedras apiladas, lo cual indica que era para que los visitantes pudieran abordar sin problemas.
Al parecer, el colapso del sitio no significó el fin de este poblado. Alrededor del Lago se han encontrado hasta 17 lugares con evidencias arqueológicas posteriores.
Los pueblos alrededor del Lago guardan historias acerca de un mítico lugar. Medrano las ha recopilado, además de numerosos datos y, junto con las imágenes de Samayoa, forman parte del libro Arqueología Subacuática, editado por Oswaldo Chinchilla y el Museo Popol Vuh.
Descubrimiento y conservación
“Cada pieza es parte de un rompecabezas”
Después de haber buceado por más de 25 años en el Lago de Atitlán, Roberto Samayoa Asmus contó que ha recorrido cada palmo de este espacio, con paciencia. “Puedo decir que conozco sus partes íntimas”, afirmó, con orgullo.
Refirió que desde que era pequeño el Lago ejercía en él una especie de embrujo, en donde se preguntaba “qué aconteció en este lugar tan mágico”.
Aseguró que hace 10 años la claridad del agua era perfecta. “Tenía una visibilidad de hasta 40 pies bajo agua, era como un jardín”.
Bucear en Atitlán, por su altitud, demanda destreza, ya que para los arqueólogos solo es posible sumergirse media hora, un máximo de dos veces diarias y sin excederse más de cinco días seguidos.
Según Samayoa, cada hallazgo ha sido una aventura diferente, donde su vida ha estado de por medio, de allí que se requiere cierta estabilidad emocional para estar bajo el agua.
Indicó que ahora ya no bucea, por el deterioro en la calidad del agua. Además advirtió de una serie de peligros que acechan al Lago, como la pesca artesanal, donde los pescadores tiran una piedra con un largo hilo que a su paso arrastran por el fondo para agarrar cangrejos. Esto ha roto muchas vasijas que aún estaban en el cieno.
También teme por la depredación del sitio, ya que hay gente que acecha los alrededores para buscar piezas.
Samayoa quiere que el sitio sea declarado área protegida, pues permitiría una normativa que regule el flujo de visitantes, que haya guías y recorridos subacuáticos.
“Cada pieza es parte de un rompecabezas”, dijo, por lo cual cada una que se pierde causa un gran daño.
CRONOLOGÍA
200 – 300 D.C. Vasijas
La vasijas encontradas en Samabaj han permitido fechar el apogeo del sitio entre el Preclásico Tardío y Terminal. Se han hallado semejanzas con piezas de Kaminal Juyú.
350 d.c. Final
Esta es la última fecha de la cual se ha encontrado material cerámico en el sitio.
1998 Registro
Roberto Samayoa inscribió el sitio, descubierto en 1996, en el Instituto de Antropología e Historia. La investigación arqueológica empezó en el 2008.
Publicado el 26 de agosto del 2014 por www.prensalibre.com escrito por Ana Lucía Gonzáles http://www.prensalibre.com/noticias/PIEDRA_0_762523756.html
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