Ni empleo ni servicios públicos

El asistencialismo no asegura mejores condiciones de vida.

Según informaciones de prensa, en los lugares en los que el Gobierno distribuye las denominadas “bolsas solidarias” los recipiendarios (beneficiarios) si bien manifiestan conformidad con la ayuda que se les brinda, invariablemente expresan a las autoridades que lo que necesitan es empleo o trabajo, que les garantice ingresos para satisfacer sus necesidades. Sin duda, están conscientes que el “asistencialismo estatal”, per se, no les asegura mejores condiciones de vida ni una movilidad social ascendente.


Inequívocamente, la persona que no trabaja y vive del dinero que recibe del Estado o de la caridad pública, sin otro futuro o aspiración, si bien no sucumbe ante el hambre, la desgracia y la miseria, se convierte en un dependiente, un cliente o un dominado, siempre susceptible de ser manipulado, controlado o humillado. Jamás podrá ser autónomo ni artífice de su propio destino. Su único ambiente posible siempre es el círculo vicioso de la pobreza, además de que su largo plazo es incierto.

Por supuesto, el acceso al empleo está condicionado a que las personas estén capacitadas para optar a él y que existan oportunidades de trabajo. Sin duda, estas son dos limitaciones críticas en nuestro país, porque, por un lado, la capacitación, además de que es precaria, no necesariamente es pertinente al mercado laboral; y, por otro, no se están generando suficientes fuentes de trabajo para hacer frente a la creciente demanda de empleo. En todo caso, la inseguridad jurídica, es decir la ausencia de certeza de las leyes y de previsibilidad de su aplicación, es un obstáculo para la inversión y para la creación de empresas y puestos de trabajo.

El surgimiento de nuevos emprendedores también está limitado, debido a que el crédito solamente fluye para quienes tienen las garantías reales o fiduciarias suficientes. Asimismo, el grueso del financiamiento para nuevos proyectos solo está garantizado para los tradicionales usuarios de crédito. Lo anterior sin perjuicio de que la formación de capital, por vía del ahorro y de la reinversión de utilidades, es escasa, así como de que buena parte de la disponibilidad crediticia se destina a financiar al Estado (endeudamiento público y pérdidas operativas derivadas de la política monetaria).

Por otro lado, el creciente e inercial gasto público, sufragado con impuestos y préstamos, no se está traduciendo en mejores servicios públicos esenciales. La administración de justicia y la seguridad pública no están respondiendo a una desbordada e insoportable conflictividad, el sistema de salud y de alimentación está prácticamente colapsado, el sistema de educación está estancado y la infraestructura física ha caído en un franco deterioro. Por supuesto, la discrecionalidad, el despilfarro, el clientelismo y la corrupción inciden de manera determinante en la ineficacia fiscal.

 
Publicado el 01 de septiembre de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Mario Fuentes Destarac
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140901/opinion/1210/Ni-empleo-ni-servicios-p%C3%BAblicos.htm

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