Cuatro presidentes…y nada

Nunca sabe uno realmente qué intereses o intenciones son las que orientan las reuniones presidenciales. O qué logros realmente se obtienen. Pero cuando se lee lo oficial, algo se detecta y capta.

La semana pasada, los presidentes de Guatemala, El Salvador, Honduras y Estados Unidos realizaron una reunión en el país del Norte. La cita fue convocada por el problema más mediático del momento, pero no necesariamente nuevo: el de la niñez migrante.

La información oficial de dicha reunión indicó lo de siempre, es decir, lo que no significa grandes cambios a favor de la población más afectada. Que si la responsabilidad es compartida, que si hay que tener más fondos, que si es necesario políticas integrales, que “estamos todos en esto”, etcétera, etcétera. Además, el presidente norteamericano le agregó el elemento lapidario: si los niños y niñas no califican, serán retornados a sus países. ¿Y entonces? Todo lo que dijeron, todo lo que hablaron y lo que expresaron al final de su reunión es lo que ya se sabía, lo que ya habían dicho. Nada nuevo, nada realmente significativo para cambiar profundamente la realidad de la migración forzada, tanto en sus causas como en los efectos que produce. ¿Con el dinero empleado en esa reunión, cuánto real y concreto se hubiera logrado para la niñez migrante? Si la reunión tuviera resultados verdaderamente impactantes, pues no importaría ese gasto.

Si fue para que los presidentes recibieran la información oficial, era más barato y más rápido algún otro modo para saberlo. Si fue para hablar más directa y duramente entre colegas, entonces, nunca lo sabremos. La cosa es que no pareciera que de algo sirvió esa reunión. Probablemente en geopolítica, sí sirvió. Probablemente para intereses de campañas nacionales, también fue útil. Probablemente para alinear las cosas a favor de los poderes, fue muy necesaria y conveniente. Pero para acabar el drama de niños y niñas, atravesando desiertos llenos de “coyotes”, atravesando países en las más difíciles condiciones, para que las estructuras fueran cimbradas y modificadas a favor de la gente, para todo eso, ¡para todo eso, no!

Supongamos que las intenciones de los presidentes fueran las mejores del mundo, y que realmente los moviera un corazón limpio y compasivo que coloca en su centro la cara de cada niño y niña que sufre, supongamos que eso los llevara a esa reunión; entonces, está claro –una vez más– que los presidentes no son el poder real. Ellos representan un personaje necesario y fundamental en el teatro del poder que es dueño de las estructuras económicas, que domina y controla las dinámicas políticas, y que manipula los procesos ideológicos en las sociedades. Por eso la angustia de la gente que no tiene posibilidades de sobrevivir en sus países va a seguir presente. Por los poderes aquí, instalados desde tiempos de la colonialidad, y por los poderes allá, que han abusado de recursos naturales y de personas en nuestros países en tantas épocas históricas. Recordemos que la injusticia estructural que vivimos no depende solo de causas en nuestras propias realidades, sino fundamentalmente de los intereses globales e internacionales.

Por todo esto, más que criminalizar a madres y padres (aunque nadie niega que miles son irresponsables en todos los sentidos, incluida la necedad de arriesgar a sus hijos), hay que criminalizar a quienes causan directamente el empobrecimiento del mundo. Pedir esto es iluso, ya lo sé, pero también necesario y legítimo.

 
Publicado el 29 de julio de 2014 en www.s21.com.gt por Carlos Aldana Mendoza
http://www.s21.com.gt/gaia/2014/07/29/cuatro-presidentes-nada

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