El tema de seguridad ciudadana es un ejemplo, pues basta un crimen con trascendencia muy mediática para que la sensación sea la de un repunte de asesinatos, aunque las estadísticas demuestren que esos casos caminan hacia la baja.
Pese a ello, en el caso de los hospitales y otros centros de atención en salud del país parecen ser más las veces en las cuales esa idea de mal servicio coincide a la perfección con lo que ocurre.
Los pobladores hacen cualquier esfuerzo adicional para atenderse en centros privados cuando se presenta una emergencia, pues inmediatamente vienen a su mente hospitales sucios, con una inmensa demanda que les hará esperar por mucho tiempo para ser atendidos.
Una vez adentro, les espera no solo una atención presurosa por parte de médicos en potencia, si no cargada de limitaciones ante la falta de equipo adecuado y material quirúrgico mínimo. Aparte de que las condiciones antihigiénicas de los establecimientos hacen presagiar una infección quizá peor a la que originó la atención.
En buena medida, tal situación se debe a ese pobre sistema de supervisión que manda a 21 personas a ejercer ese control sobre 7 mil 850 centros médicos, desde hospitales hasta ópticas y clínicas dentales.
La red hospitalaria nacional, integrada por 44 centros públicos, es atendida por apenas 11 personas que, al menos en la teoría, deberían confirmar aspectos como el abastecimiento médico. Así que la crisis en la cual se encuentra ahora el Hospital Roosevelt se explica en parte por esa errática capacidad de supervisión y, por tanto, de previsión.
Es importante tomar en cuenta que la situación descrita solo nos ubica en los hospitales públicos, pero todo el sistema privado, tanto hospitalario como en las clínicas, también debería ser controlado debidamente, a fin de garantizar aspectos vitales como el manejo de desechos sólidos o quirófanos en óptimas condiciones.
El caso es que, con ministerios tan numerosos y complejos, con organizaciones sindicales empeñadas más en preservar sus granjerías, con sistemas decadentes y equipos anticuados, y con un poco riguroso control de las capacidades profesionales, cae por su peso el ir de crisis en crisis.
Es posible que mientras esos aspectos de fondo no se modifiquen, pedir ampliaciones de presupuesto solo dé por resultado lo mismo que ocurriría si echamos agua en un recipiente con fuga.
Publicado el 29 de julio de 2014 en www.s21.com.gt por Editorial Siglo Veintiuno http://www.s21.com.gt/editorial/2014/07/29/calidad-servicio-queda-entredicho
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