Este tema afecta a diferentes niveles de la sociedad. En el ámbito personal se puede representar en las dificultades de cambio de patrones de conducta, a pesar de la conciencia de los efectos negativos de esta conducta. El ejemplo clásico es la persona con problemas financieros que se resiste a reducir su presupuesto de gastos y posterga los recortes de gasto. Entre más tiempo se resista, más grande será la brecha que deberá enfrentar. En estos casos, postergar la acción es siempre una mala decisión.
A nivel empresarial se puede ejemplificar esta tendencia con la resistencia al cambio de rumbo ante malos resultados o el ingreso de mayor competencia. Con frecuencia los directores de estas empresas se escudan en los éxitos pasados para resistir la necesidad de cambios, de nuevas estrategias. Buscan en la información disponible los elementos que justifiquen mantener el rumbo tradicional. Se resisten a pensar fuera de la caja al analizar las opciones disponibles ante el panorama negativo. Tienden a buscar respuestas en el pasado más que interpretar lo que ofrece el futuro. Se enfocan hacia el interior de la empresa más que hacia el mercado en que se encuentran y los clientes que atienden. Se resisten con la ilusión que el problema es temporal y se requiere de tan solo cambios muy marginales. Un error que tiene a ser costoso.
Este fenómeno es aún más común y peligroso en el ámbito nacional. Es el nivel donde existe mayor información, donde se tiene acceso a lo que ha funcionado en otros países o regiones, donde las brechas entre las decisiones adoptadas y los resultados obtenidos es mayor. Este es uno de los problemas. Las sociedades tienen a buscar soluciones inmediatas tratando de ignorar el periodo requerido para ver sus resultados. Esto sucede con mayor frecuencia con políticos y grupos de interés, quienes tienden a enfocarse exclusivamente en el corto plazo, obviando los efectos de sus decisiones en el mediano y largo plazo.
Este es el caso del ámbito político en Guatemala, donde las reformas estructurales están en franco retroceso, con una marcada resistencia ante los cambios y pocas propuestas. Un entorno que descalifica todo esfuerzo anterior y lo que es peor, donde se acepta con pasividad el crecimiento de la corrupción y se evade la discusión seria de los problemas del país. El costo de postergar es una clara invitación a una crisis nacional.
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