Vulgaridad cultural y depredación

“El abuso contra la cultura, el alma de un país”.
 
Los videos dan profundo asco. La agresión al Centro Cultural de la ciudad capital y acaso del país, sometida a un vulgar ejercicio de motocross. Los daños se pueden ver sin mucho esfuerzo. Jardines y escalinatas simplemente destruidas. Los más superficiales dicen con la mano en la cintura que no es para tanto, que con un chapuz se arregla en un par de días y santos en paz. Total, Tu Muni paga los jardineros y los albañiles. Qué horror. 

El tema es mucho más profundo. La destrucción ocasionada tiene como base el desprecio por la cultura en sectores de la sociedad guatemalteca. Es evidente ello cuando los motoristas se refieren a un lugar “no utilizado” “desperdiciado”, sin pensar que se trata de los jardines de un monumento arquitectónico que integra espacios de construcción y de entorno ambiental que conforman una unidad.

Pero hay algo más. La comunidad cultural está tocada en uno de los mayores símbolos nacionales del arte. En este sentido el daño no se limita a las escalinatas destruidas ni a los jardines convertidos en pistas de motocross. Es el abuso al corazón de la cultura que como sabemos, no es una mercancía, sino es el alma de un país, por ello se trata de símbolos agredidos por las muestras más altas de vulgaridad y de incomprensión del hecho cultural.

Para la vulgaridad e ignorancia de los organizadores del evento, hacer motocross en un centro cultural no constituye ninguna falta grave. Total si tiene la autorización de la alcaldía… de seguro se puede hacer eso y más. Imaginemos motocross en los jardines del museo El Prado en Madrid, o en el jardín de Luxemburgo en París, para darnos cuenta de la vulgaridad que se ha instalado en sectores de la sociedad guatemalteca.

No es posible que edificios históricos se conviertan en parqueos, restaurantes de comida rápida, que cines antes espacios culturales, se conviertan en ventas de paca, o que el Teatro Nacional, se convierta en una pista para motos. Es poner la cultura de cabeza, es romper la identidad de una ciudad, es no tener la menor idea de los valores culturales de un país. ¡Es convertir los monumentos culturales en un poco de grama que mantenemos y, por lo tanto, tenemos derechos! como dicen los voceros municipales.

Todo esto ocurrió la víspera del 38 aniversario del Teatro Nacional y a 40 años del fallecimiento del premio Nobel Miguel Ángel Asturias cuyo nombre lleva el espacio cultural. Si de algo puedo estar seguro, es que el evento del domingo no constituye ninguna muestra de orgullo por el aniversario de esa obra monumental. Por el contrario.

Publicado el 18 de junio de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Miguel Ángel Sandoval
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140618/opinion/249415/

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