ALFRED KALTSCHMITT
Desde la primera sílaba de esta columna, vaya para el Tribunal Supremo Electoral (TSE) un sonoro aplauso por hacer valer la ley, recobrar el respeto al manto de su autoridad, y por librarnos de la contaminación visual de tanta valla, estúpida e impertinente, glorificando efigies de caras desconocidas clamando por reconocimiento con mensajes anodinos.
Gracias por intentar librarnos de las cientos de páginas, espots, cancioncitas, eslóganes y reportajes de tarimazos acaecidos en lejanos parajes, con supuestas multitudes reunidas para aclamar al cesar de su predilección. La letanía nos viene aburriendo desde siempre.
Pero el hecho es que si el Tribunal Supremo Electoral no demuestra de manera contundente que no está jugando a la acostumbrada palabrería de las amenazas incumplidas, la desfachatez de los “candidotes” seguirá adornando el paraje hasta el 14 a las 14.
¿Qué es lo que los haría reaccionar? Simple: Notificaciones anunciando un plazo perentorio para suspender y remover todo tipo de propaganda política, y después el garrote del cierre fulminante si incumplen. Y mientras el pataleo jurídico se juega en las cortes, que sepan que tienen la champa partidaria cerrada. Si hubiesen nuevas violaciones, que se vayan agregando para que sea el cierre —no la multa pecuniaria insignificante— lo que motive con todo el poder coercitivo de la ley la obediencia a la norma.
No ha sido la nebulosidad de las normas, con esa su lamentable redacción ambigua y sin garra, la responsable del tradicional irrespeto a la prohibición de campañas adelantadas. Han sido los tibios pronunciamientos y leves sanciones del Tribunal Supremo Electoral en anteriores casos lo que ha incentivado la desobediencia de la tropa politiquera. La ley es la ley, pero si no se cumple, el mensaje es claro: El crimen, o la desobediencia, pagan.
En el contexto amplio hay espacio para mejorar esta ley. Un partido político es una organización de personas que buscan alcanzar las metas comunes de sus miembros a través del logro y el ejercicio del poder político. Deben gozar de la libertad de hacer proselitismo. Es legítimo hacer proselitismo. ¿Pero que es proselitismo sino el acto de tratar de convertir a personas hacia una religión u opinión política? Aunque la diferencia entre propaganda y proselitismo sea solo de matices, es evidente que uno llama al voto y a su candidato, y el otro, a la afiliación partidaria por la vía de ideas.
Sería deseable que para evitar conflictos de interpretación, los partidos políticos voluntariamente sometiesen ante el Tribunal Supremo Electoral las piezas de una campaña de proselitismo previo a su lanzamiento. Una vez alcanzado el visto bueno, pueden difundirla. El desafío estaría en la agilidad y eficiencia del TSE para operativizar la aprobación o desaprobación de la pieza de comunicación, y en la capacidad del personal para filtrar con criterios idóneos, lo uno de lo otro.
Conociendo a nuestra clase política, todo lo anterior les vendrá del norte y probarán los límites hasta donde está dispuesto a llegar el TSE para hacer valer la norma. El TSE tiene dos ventajas: Uno, la gran mayoría de la ciudadanía está francamente aburrida y en contra de las campañas adelantadas. Y dos: los partidos políticos no querrán arriesgarse a largos juicios en donde se estarían jugando su estatus legal. Esta motivación podría ayudar para encauzar sus piezas de comunicación política hacia los criterios correctos.
Que los partidos no vayan a poner vallas… y otros pecadillos. Todo depende del TSE.
Publicado el 23 de mayo de 2014 en www.prensalibre.com http://www.prensalibre.com/opinion/vallas-impunidad-Alfred_Kaltschmitt_0_1143485664.html
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