El hambre estallará

El Congreso de la República decretó en noviembre de 2013, la prórroga de ese fideicomiso para la caficultura hasta el 2026, y que los intereses para los pequeños y medianos sean del dos por ciento y para los mayores del tres por ciento. Eso significa que los más altos poderes están conscientes y se pusieron de acuerdo –sin politizar el tema–, en que si la caficultura no tiene apoyo del Estado, el país seguirá en su incontenible debacle, y que si en el área rural no existen medios para dar oportunidad de trabajo a alguna cantidad de los más de 100 mil trabajadores marginados, el hambre, la violencia y la muerte seguirán en crecimiento. El hambre, en muchas de esas zonas, ya es manifiesta. No existen otras fuentes de trabajo. Se trata de una realidad incuestionable, que necesita una solución urgente.

El tiempo pasa y el hambre ataca. Es incomprensible cómo, ante lo determinado por las más altas autoridades del Estado, y habiéndose ya depositado US$30 millones en el Banrural, el fideicomiso para la caficultura todavía no comienza a hacerse efectivo para los beneficiados. Estamos ante un caso ejemplar de cómo los intermediarios, en el manejo de los fondos del Estado, encuentran las maneras de burlar los dictados de las leyes cuando estas no les permiten reorientar el destino de los fondos y el reparto del dinero, que contienen criterios ajenos a los influjos políticos o en el juego de intereses sectarios. El documento fue enviado a esa institución para una lectura y revisión, hace más de tres meses, sin que eso tuviera una categoría de consulta. El Congreso ya emitió y sancionó la norma que lo instituye.

Mientras, la Procuraduría General de la Nación espera el documento para elaborar su reglamento, ninguna importancia se le está dando a la determinación gubernamental, avalada por el Congreso. Ya no serán solo las familias del corredor seco y las que en muchos lugares perdieron sus cosechas. Ignoran el clamor generalizado en el área rural: la mayoría de fincas y parcelas de café en las zonas más afectadas, están abandonadas, a su suerte de desaparecer el próximo invierno, cuando todas las áreas se cubran de maleza y el cultivo se pierda.

Esa táctica dilatoria es inexplicable. Siniestra, porque no toma en cuenta el rescate de miles de jornales que ganarían los que están comiendo tortilla con sal y pronto no tendrán ni para eso. Por si no se conoce en esos medios, les cuento, porque lo observo, que los campesinos que sí lograron sus cosechas de maíz y frijol, de subsistencia, ya se comieron los exiguos réditos de sus cosechas de maíz y frijol. Hace un año, todavía se ajustaban ganando como jornaleros en las fincas de café, hoy solo les queda el engaño por sus desvelos y las punzadas del hambre que no le dicen para dónde agarrar.

Y la mayoría de afectados, como dueños de los cultivos, no comprende el porqué de la actuación de la institución bancaria, que tiene en su poder suficiente dinero para iniciar los préstamos, y entrampa la solución de un problema de tal magnitud. Pronto el hambre estallará por todos los poblados. Otro caso donde se niega a los guatemaltecos la oportunidad de conformar un país de oportunidades y decisiones justas.