Institucionalización

El primer paso de estafeta está dado. La comisión postuladora responsable de procesar la materia prima para la elección de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral ha cumplido su tarea. La lista de los 40 ha llegado a manos de los legisladores. En la recta final salieron de la jugada personajes cargados de señalamientos, lo cual no implica que los escogidos sean ajenos a sindicaciones. Privan los grises, de los que poco se sabe. De aquí en adelante los partidos, especialmente los grandes, tienen la sartén por el mango. Ahora con la lista definitiva,

donde los pretendidos no aparecen en la lista corta, deberán rehacer sus apuestas. Atención a la honorabilidad e idoneidad, sesiones públicas, entrevistas a cada candidato, publicación de las hojas de vida, es lo menos que se puede esperar.

El TSE está venido a menos. Los dos últimos equipos han dejado mucho que desear. Han sido rebasados por los juegos partidarios y a duras penas han logrado sacar las tareas formales. Sin pedir magistrados venidos de Marte, se requiere de un pleno que apueste por su independencia. Recordemos que desde el plano formal, el sentido profundo de las postuladoras es el perfeccionamiento de la institucionalidad pública, que debe, o al menos intente, responder a algunas de las demandas que una sociedad ansiosa y desesperada plantea incesantemente.

La institucionalidad define valores, apuestas particulares de quienes buscan el control, parcial o total de esos mecanismos modeladores de la sociedad. Institucionalidad y control son dos conceptos íntimamente relacionados, de lo cual se desprende el tipo y calidad de las respuestas a las demandas de los ciudadanos.

La institucionalidad también conlleva un sentido formativo o deformador. Si son fuertes y concilian intereses terminan siendo eficaces, crean incentivos y la población cree en ellas. Si sucede lo contrario, generan crisis de credibilidad, la sociedad no las defiende, crean sentimientos de oposición y alientan la creación de mecanismos artificiales como supuestas respuestas a lo que las instituciones no pueden o no quieren asumir. Esos intereses poco claros van penetrando socialmente hasta formalizarse. En su primera época, las decisiones del TSE eran incuestionables, atendidas hasta por los más antidemocráticos. Esa credibilidad ha decaído; menos guatemaltecos confían en el Tribunal. ¿Podremos mejorar, o aún puede ser peor?

Samuel Huntington define institucionalización como “el proceso por el cual adquieren valor y estabilidad las organizaciones y los procedimientos”. Las sociedades que se han institucionalizado suelen tener gobiernos de mejor calidad que aquellos en donde priva la inestabilidad. Cuando no hay claridad sobre los principios y fines de la sociedad, y no se cuentan con instituciones estables y bien estructuradas, cuando el denominador común es actuar al margen de los procedimientos legales se suelen tener gobiernos incompetentes. Huntington precisa “que un gobierno con un bajo nivel de institucionalización no solo es débil; además es malo”.

Publicado el 20 de febrero de 2014 por Renzo Lautaro Rosal
http://www.prensalibre.com/opinion/Institucionalizacion_0_1088291183.html

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