Hugo Maul R.
Para la mayoría de la población no significan nada. Un avance o un retroceso no tienen efecto discernible alguno; en términos generales, la vida sigue igual. Para un reducido grupo de expertos nacionales e internacionales, son una cuestión de vida o muerte. Un avance o un retroceso pueden tener graves consecuencias; no obstante, en términos generales, la vida sigue igual. Resulta paradójica toda la atención que se brinda en los medios a los distintos índices económicos y sociales existentes y la poca, o nula, relevancia de la mayoría de ellos en la práctica. Es común que el país experimente amplios avances o retrocesos en determinados indicadores y que la “vida siga igual”. En promedio, poco o nada cambia, aunque los indicadores en cuestión muestren avances o retrocesos.
Por ejemplo, según fuentes oficiales, Guatemala mejoró “siete aspectos en el Índice de Competitividad Global 2013-2014, publicado por el Foro Económico Mundial”, pero retrocedió tres puestos en el ranquin mundial, cayendo del puesto 83 en 2012 al puesto 86 en 2013. Dicho retroceso se explica en función de los pocos avances en el combate al crimen organizado; los costos asociados al crimen y la violencia; una baja calidad educativa, especialmente en matemáticas y ciencias, y; la poca confianza en las instituciones. Lo mismo sucede con el Doing Bussines, del Banco Mundial, en donde Guatemala resultó ser una de las diez economías más reformadoras del mundo y avanzó 14 posiciones en el ranquin mundial. No obstante, el país sigue estando entre los países en donde resulta más difícil abrir una empresa, proteger la inversión, y comerciar a través de las fronteras. En términos generales, como se dice comúnmente, “una de cal y una de arena”. Lo que se mejora por un lado, se retrocede por el otro. Se mejoran indicadores que, a la postre, resultan ser de segundo orden de importancia frente a la importancia de aquellos que no mejoran. O bien, como ocurrió con el Doing Business y con el Índice de Percepción de la Corrupción, de Transparencia Internacional, las mejoras que muestra el primero quedan opacadas por los retrocesos que muestra el segundo.
Aunque la crítica metodológica a dichos índices pueda ser válida, es más importante reconocer que los “termómetros” no son la razón por la cual el paciente tiene fiebre. Más allá de tratar de medir mejor y perfeccionar todos y cada uno de estos índices, es importante reconocer que, en conjunto, todos apuntan en la misma dirección: la ausencia de una agenda de reformas económicas e institucionales de largo plazo, privilegiando victorias rápidas y seguras, quick wins, sobre las reformas prioritarias y difíciles. De esa cuenta, los avances y retrocesos simultáneos en áreas claves seguirán estando a la orden del día; la fragmentación de resultados será el común denominador, y; siempre existirá una queja acerca de la poca o nula correspondencia entre lo que dicen los índices y lo que de “verdad” sucede en la “realidad”.
Artículo publicado en el diario guatemalteco El Periódico, el día martes 10 de diciembre 2013.
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