El tiempo perdido

Cuando se publican los reportes de ejecución del gasto público en donde se refleja la incapacidad del aparato estatal, cuando la población se entera de iniciativas de ley con carácter urgente que jamás se aprueban, de obras paralizadas y procesos estancados -como la elección de presidente de la Corte Suprema de Justicia- da la impresión de que las instancias políticas estuvieran muriéndose del aburrimiento y todo les viniera sobrando. Ese desgano y la indiferencia por el presente y el futuro de la nación reflejan una actitud que desafía la lógica.

Es como si todo funcionara tan a la perfección que los proyectos de desarrollo resultan innecesarios y las iniciativas de beneficio social fueran un mero requisito y no una obligación.

Fondos sin ejecutar en un país con deficiencias tan profundas son un crimen de lesa humanidad. Y resulta contradictoria, por lo tanto, la discusión sobre un presupuesto que probablemente tendrá los mismos vacíos de ejecución mayoritariamente en aquellos proyectos de beneficio para los sectores más desfavorecidos como las mujeres, la niñez y la juventud.

El juego malabar de asignación de recursos debería priorizar lo más importante, que son los temas vitales: desnutrición crónica infantil, embarazos en niñas y adolescentes, servicios básicos y de salud, y seguridad ciudadana.

Las medidas reactivas han demostrado hace largo tiempo que no sirven para nada. Contrario a ello, son las medidas de fondo derivadas de políticas públicas diseñadas a la medida de las necesidades del país lo único capaz de propiciar un cierto movimiento de retorno a la civilización, a ese estado de cosas en donde la ciudadanía tiene un protagonismo actualmente ausente en la agenda pública.

El tiempo pasa para todos por igual, pero no tiene el mismo significado. Para quienes manejan el poder como en un tablero de monopoly en tanto más lentas pasen las horas, mejor. Es un tiempo adecuado para fortalecer sus vínculos, es un tiempo aprovechado para disfrutar de privilegios nunca antes siquiera vislumbrados, es un tiempo para gozar de esa nube rosa de la inmunidad.

Para la población, por el contrario, es el tiempo perdido. Es la vida que se le escapa porque no hubo oportunidad de realizar sus sueños. Es la muerte de alguien porque en ese mismo lapso de tiempo desaprovechado por unos, no hubo medicinas, ni sueros, ni atención sanitaria para otros.

La burbuja en la cual se desarrolla la vida de los políticos es opaca. No les permite ver la realidad, distorsiona la percepción de las cosas y les provoca ese mareo característico de las alturas. Quizás por eso y por una pérdida progresiva de su capacidad de medir consecuencias, es ese desprendimiento de los valores humanos fundamentales y de los principios constitucionales a los cuales deben su posición.

Ya hay generaciones perdidas. Es esa juventud actual sin posibilidades de crecimiento por falta de políticas bien planteadas. Son esos adolescentes sobrevivientes de la desnutrición cuyas neuronas se perdieron antes de tiempo. Son esas niñas desprotegidas, violadas y embarazadas antes de los 14 años, cuya vida terminó antes de comenzar. Es el tiempo irrecuperable.

 

Publicado el 25 de noviembre de 2013 en www.prensalibre.com por Carolina Vásquez Araya
http://www.prensalibre.com/opinion/tiempo-perdido_0_1036096397.html

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