ALFRED KALTSCHMITT
Estábamos esperando el tren del desarrollo en esta estación del tercer mundo llamada Guatemala. Resulta que el mejor acuerdo es que las élites políticas/empresariales y los donantes internacionales se pusieron de “acuerdo” en que la pobreza es inaceptable. Que hay que hacer algo para erradicarla; y que la única manera de llevarlo a cabo es mediante un plan de largo plazo con blindaje para resistir el síndrome “cuarentiochomesero” de los gobiernitos fallidos, que reinventan la rueda cada vez que entran a proseguir la ruta hacia el descalabro económico y el desmadre ingobernable.
Ahora se pretende desviar la ruta hacia un nuevo ramal con dirección e inercia propia garantizando la continuidad de estas nuevas metas dirigidas a combatir la desnutrición con este Primer Acuerdo Nacional sobre Desarrollo Humano en nuestro país, un acuerdo que el sector productivo vuelve a poner en medio de la línea del tren, mostrando unos indicadores vergonzosos e inaceptables de desnutrición a ambos lados de la vía, pues cuatro de cada 10 guatemaltecos ya llevan a cuestas esas limitaciones físicas y cerebrales. Si continuamos por esa vía sin hacer nada, jamás podrán salir de la pobreza, la exclusión y la ignorancia.
Es un Acuerdo histórico porque establece consensos mínimos para edificar un mayor desarrollo humano en Guatemala con todos los partidos políticos como signatarios, y más de 25 organizaciones de la Sociedad Civil y el grupo de cooperantes como testigos.
Sin embargo, poco se ha escrito que la condición esencial para poder encarrilar este proyecto es que hay que “atraer inversiones en un marco de certeza que genere nuevas y mejores fuentes de empleo para contribuir a la movilidad social de miles de guatemaltecos; y combatir la inseguridad, para poder restablecer la tranquilidad en los hogares guatemaltecos”.
La tercera prioridad es “garantizar la transparencia en el gasto público para destinar los recursos del Estado según las necesidades fundamentales de la sociedad”. ¡Que gasten bien y no roben, pues…!
Todo lo cual no se puede llevar a cabo sin la unidad de todos los sectores y trabajando coincidencias para una ruta común. Como lo expresara uno de los expositores en el Enade: “Es un hecho que en 1996 se firmó la paz firme y duradera, y sus actores depusieron las armas en beneficio del país. Sin embargo, por lo que se mira en los medios y declaraciones de ciertos grupos y personas, pareciera que la guerra ideológica persiste hasta ahora con toda su maquinaria de conflictividad”.
Esta aseveración es una de las realidades que embarran de pesimismo la factibilidad de esta propuesta: hay mala leche regada a lo largo de toda la línea del tren del desarrollo. Los que la riegan esparcen conflicto, crean desinformación, organizan movilizaciones, polarizan a la población. Esto se llama “antidesarrollo”. Y no ayuda a cambiar el estado de exclusión, la pobreza, la concentración de capital, y la generación de pequeñas y medianas empresas. No entienden que la conflictividad generada es mala para el “bisnes”, para el clima de negocios, la atracción de inversiones, especialmente la interna, la más fácil de alentar en el interior por la vía del desarrollo de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) las cuales generan más del 40 por ciento del empleo del país.
Nutrición de la niñez reduciendo anualmente un 2% el flagelo. Calidad educativa, logrando que el 75% de estudiantes aprueben matemáticas y lectura. Capacitación juvenil desarrollando competencias congruentes al nuevo milenio.
¿Quién se puede oponer a esto?
alfredkalt@gmail.com
Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día martes 22 de octubre 2013.
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