Se necesitan, pues, programas concretos, firmes, sólidos y sustentados, porque el canto social de protección infantil lo escuchamos desde hace muchos años y es, como se dice vulgarmente, pura casaca.
Un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) ubica a Guatemala como uno de los países con el mayor número de niños y niñas en situación de pobreza. Ocupa el puesto 17 de 18 países evaluados, con un 47.2 por ciento de incidencia de pobreza infantil extrema, que afecta a dos millones 978 mil infantes.
Se trata de pequeños indefensos que sufren tan tenebrosa crisis con severa marca en su pasado, presente y futuro, misma que debería estar anotada prioritariamente en la agenda oficial. Afortunadamente existen instituciones privadas que proporcionan valiosos servicios a estos hermanitos pobres, huérfanos, con sida u otras dolencias o abandonados, aparte de programas estatales que son impulsados de manera aislada y tienen poco impacto en cobertura.
Es elevado el número de estas pequeñas víctimas de la pobreza, desnutrición, hambre, inseguridad, abandono, maltrato hogareño, acoso escolar, trabajo obligatorio, desintegración familiar, violaciones, abusos deshonestos, trata, desigualdad social, esclavitud, embarazos, contagios venéreos, orfandad, mortalidad, adopciones irregulares, suicidios, vicios, crimen organizado, necesidad económica y migración. Son presa fácil de criminales que aprovechan sus carencias y debilidades para orillarlos a delinquir.
¿Cuántos han contado con calor hogareño, una cama caliente, comida, amor, estudios, consuelo, comprensión, guías? Unos son maltratados, otros deambulan por calles con hambre, sin rumbo alguno; duermen donde pueden, mendigan, lustran zapatos, limpian vidrios de automóviles, venden golosinas o hacen piruetas donde hay semáforos. Otros están en prisión, hospitales o en cementerios. Buena mayoría procede del interior del país, especialmente del occidente; no sabemos por qué, pues en el área rural, aún con aprietos, nunca faltan las tortillas calientes con sal o frijolitos.
El Estado es responsable del futuro de estas criaturas hundidas en el fango del sufrimiento, abandono y muerte, pero todos los guatemaltecos tenemos el deber de apoyar, involucrarnos, hacer donaciones, solidarizarnos, denunciar ilícitos, extenderles nuestra mano bondadosa, participar en eventos benéficos y exigir programas oficiales orientados a la búsqueda de soluciones. Motivan nuestro sentimiento los bellos rostros de pequeños y pequeñas afectados tristemente por el cáncer, que hacen constantes llamados televisivos de auxilio. Dios los proteja; muy pronto los veremos como actores, artistas o animadores.
El tema está lanzado. Hay que insistir, no retroceder. ¿Esperaremos otro año? Espero que no.
Publicado el 21 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Jaime Córdoba Palacios http://www.prensalibre.com/opinion/Vulnerabilidad-infantil_0_1015098526.html
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