Cuestión de recato

Tuvo que ser una mujer lúcida y decidida como Betty Ford —activista a favor de las causas prohibidas, esposa del expresidente Gerald Ford— quien lanzara una de las primeras campañas públicas en Estados Unidos para alertar sobre el cáncer de seno.

Esto fue en 1974, y ella se atrevió a revelar los detalles de su propia mastectomía, algo que en esos tiempos se consideraba un asunto íntimo, privado y cuya publicidad fue considerada un desafío de muy mal gusto a las normas sociales.

Algo así sucede aún hoy con el maltrato intrafamiliar, la violación sexual, la pederastia, el incesto y otras manifestaciones de la conducta humana cuyas consecuencias marcan para siempre la vida de las personas contra las cuales se manifiestan. Se consideran temas privados, y ventilarlos públicamente es un atentado al recato. Sin embargo, estos delitos ya tipificados por ley —por lo menos en el hemisferio occidental— suceden a diario.

Pero es curioso que los estereotipos y prejuicios tan extendidos entre la población afecten fundamentalmente a las mujeres y a la niñez. Es como si cualquier asunto relacionado con la sexualidad femenina debiera mantenerse tras una cortina espesa para esconder la vergüenza de su naturaleza pecaminosa: los senos, el útero, la vagina y la menstruación son palabras pronunciadas en voz muy baja, para no ofender ni despertar reacciones. La sola mención de estas partes y funciones fundamentales del cuerpo de una mujer ofende a las sociedades dominadas por estereotipos sexistas, pero es importante entender su trasfondo doctrinario de profunda raigambre machista que responde a un sistema de dominación aún vigente.

A las niñas se les prohíbe conocer su cuerpo —ni tocarlo ni mirarlo— porque la mayoría de las religiones más extendidas en el mundo lo consideran pecado. De ese modo, se las priva de los mecanismos más elementales de prevención y cuidado de su salud. De ahí que millones de mujeres adultas no han practicado jamás el autoexamen de seno, una técnica sencilla que podría salvarles la vida de un mal tan devastador como el cáncer. Y ni hablar de las niñas que de pronto se enfrentan a una menarquia cuyas características ignoran por completo porque ni siquiera sus madres han tenido el valor de explicárselas.

Es probable que si Betty Ford no hubiera sido la mujer decidida y sin pelos en la lengua que era, miles de mujeres estadounidenses hubieran sucumbido a la enfermedad por pura ignorancia. Sin embargo, por su calidad de primera dama de esa nación fue escuchada y sus revelaciones audaces, aun cuando fueron sometidas a la crítica y a la condena por los círculos más conservadores de ese país, trascendieron y abrieron la puerta a un tema tabú que —es preciso decirlo— jamás debió serlo.

Octubre es el mes de la lucha contra el cáncer de seno, y son muchas las voces que alertan sobre este devastador mal. Sin embargo, aun falta el factor fundamental de la campaña: la voluntad política del Gobierno de implementar las políticas públicas sobre educación en salud sexual y reproductiva, instrumento indispensable para proteger y salvar de una muerte innecesaria a millones de niñas, adolescentes y mujeres. Es compromiso de Estado y es tiempo de cumplirlo.

Publicado el 21 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Carolina Vásquez Araya
http://www.prensalibre.com/opinion/Cuestion-recato_0_1015098528.html

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