Chalecos de preso

Los prisioneros somos nosotros

a ansiada medida de los políticos de turno para resolver con los chalecos naranja el robo y el desorden, nació fallida, por cuanto pareciera que no detendrá el crimen ni el robo, pero sí será otra carga impositiva para los motoristas honrados que no hacen daño a nadie, pero sí pagan hasta por la marca de su cautiverio en la espalda, como se anunciaba en las películas de ciencia ficción describiendo la deshumanización en el siglo XXI.

Nuestro país anda siempre de cabeza, porque aquí a los presos los mantenemos y alimentamos nosotros, invirtiendo en ellos más que en la educación de los niños del futuro, y se dice que desde su confinamiento los maleantes dirigen a extorsionistas mientras en la calle los ciudadanos pedimos ayuda a las autoridades, y nos responden exigiéndole un número en la espalda a los conductores de dos ruedas, vistiéndolos como presos.

La verdad es que los prisioneros somos nosotros. Los marcados, numerados, a quienes nos corresponde pagar por los ultrajes de otros, de delincuentes a quienes nadie se atreve a poner multas. Imagínense la descripción del porvenir: “me asaltó un motorista de chaleco anaranjado”. ¿Cuál de todos, y qué número si llevaba una mochila con la bandolera en la espalda?

Pero eso sí, basta que algún idealista se exceda en contra de los derechos humanos de los capos del crimen recluidos en la cárcel, para que se los persiga hasta en países recónditos con toda la fuerza de la ley y el apoyo internacional, porque lo único que en este país está prohibido es tocar a los maleantes. A los ciudadanos normales se nos puede asaltar, vejar, violar, secuestrar, extorsionar, asesinar y no habrá institución que nos proteja o reivindique.

El caso de los funcionarios que retomaron el control de la cárcel famosa, en cuya refriega cayó cierta escoria, ya llevan años siendo perseguidos y enjuiciados. Si en lugar de caer maleantes, hubiéramos sido las víctimas unos cuantos ciudadanos sin antecedentes, no habría defensa en el mundo que levantara su voz en nuestro nombre, y el incidente se hubiera olvidado.

No estoy diciendo que los funcionarios que participaron en la toma de la cárcel hubieran hecho lo correcto, sino que son perseguidos porque atentaron contra delincuentes. Mano dura sería poner a trabajar a los presos para que paguen su reclusión, y liberarnos a nosotros, y dejarse de chalequitos que dan risa.

 
Guatemala, 17 de octubre de 2013 en www.elepriodico.t por Méndez Vides
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131017/opinion/236281/

 

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