La población no sabe quiénes la representan.
En teoría, los diputados al Congreso son los legítimos representantes del pueblo, en el contexto de una democracia representativa, y en su conjunto son la máxima representación nacional. Son elegidos para cumplir la triple misión de velar por el bien común, defender los intereses del electorado que los eligió y apoyar a las fuerzas políticas que los postularon, en su orden. Una representación legítima es garantía de estabilidad política, en tanto que una representación ilegítima, aunque legal, es el principal germen de ingobernabilidad. Luego, para el surgimiento y la consolidación de una verdadera democracia representativa debe asegurarse que los diputados sean auténticos representantes de los ciudadanos y, por ende, genuinos intermediarios políticos.
En Guatemala, la mayoría de ciudadanos no considera a los diputados como sus legítimos representantes y, por ende, no se siente representada por ellos. La percepción que se tiene es que la postulación de los candidatos a diputado es el resultado exclusivo de componendas plutocráticas e instrumentales, sin importar si los candidatos tienen las cualidades y méritos suficientes. De hecho, la población no sabe, a ciencia cierta, quiénes la representan, porque los diputados son elegidos en planilla (sistema de elección plurinominal), en distritos electorales muy extensos (lista distrital), o a nivel nacional (lista nacional). Por ende, los partidos y no los candidatos son los que compiten entre sí, a través de planillas (con candidatos invisibles y desconocidos). En suma, se vota por el partido y no por el candidato.
Por el contrario, bajo el sistema de elección uninominal (mayoritario), los candidatos compiten entre ellos, en una abierta contienda personal y en distritos relativamente homogéneos y limitados. El resultado es que la población en cada distrito elige a su diputado como resultado de una competencia directa entre candidatos. Luego, el electorado sabe a quién eligió como diputado y, por consiguiente, también sabe a quién pedirle cuentas y reclamarle.
Sin duda, la designación de candidatos a dedo, la reelección indefinida de gente no idónea, el transfuguismo, la compra de voluntades, el ánimo de lucro y la salvaje política práctica son las causas de la degeneración de la democracia representativa y de la desinstitucionalización del Congreso. Por tanto, antes de que la indignación ciudadana se desborde, debe impulsarse una reforma política de fondo, que asegure: 1) La adopción del sistema de elección uninominal; 2) Que los diputados puedan ser reelectos solo una vez y electos nuevamente después de transcurrido un periodo legislativo; 3) La postulación de candidatos independientes por comités cívicos electorales; 4) El control del financiamiento en las campañas electorales de diputados; 5) La supresión de la lista nacional; y 6) La reducción del número de diputados de 158 a 80, tal como lo establecen los Acuerdos de Paz.
Publicado el 12 de Agosto 2013 en www.elperiodico.com.gt por MARIO FUENTES DESTARAC http://elperiodico.com.gt/es/20130812/opinion/232597/
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