Los políticos que ocupan altas posiciones en el poder, se ufanan en mostrarnos, con una didáctica impresionante, una serie de comportamientos y actitudes que ahuyentan a cualquiera del ejercicio de la política. Excepto aquellos individuos que ansían abrir sus propias “tiendas”.
Los políticos que anhelan ocupar esas posiciones, y luchan por ello en todas las formas (svendiendo hasta el alma) también muestran, mientras no haya cámaras enfrente, sus peores armas. Política que despolitiza.
Empresarios dispuestos a financiar a ambos rostros de la política (los que ya tienen el poder político y los que lo quieren), y con ello agudizan esa pobreza de visión y acción que prevalece en el sistema y en la cultura política. Los negocios no solo hacen ricos a unos pocos, sino que empobrecen al país en su sentido más general. Política que despolitiza.
Pero no son los únicos actores en esta tragicomedia llamada “política nacional”. También hacen su papel los burócratas de una educación que promueve el silenciamiento, el disciplinarismo y la sumisión, que se asustan con una expresión de disidencia joven, pero ven “natural” la represión y el daño a la vida de parte de adultos poderosos. Personajes adornados de discurso técnico, felices con sus estructuras curriculares llenas de derechos humanos, ciudadanía y paz, pero fácilmente dados a abusar de quienes piensen diferente a ellos, destructores de la organización estudiantil, porque no saben escuchar el espíritu, pensar y sentir de los más jóvenes (y más pobres). Sembradores de tormentas que no se notan en lo pronto, pero que tarde o temprano habrán de arribar. Política que despolitiza.
La política en nuestro país muestra tantos malos ejemplos y contradicciones que los jóvenes no se sienten atraídos a convertirse en sujetos políticos, en actores y actoras de los cambios. Prefieren refugiarse en la vida privada, en el aislamiento, en la videocultura y en el desinterés por los problemas que hay en el mundo. Prefieren despolitizarse que hacerse más políticos. Los jóvenes intuyen que el mundo no está bien y que las cosas deben ser cambiadas, pero huyen de ese mundo político (contaminado, tóxico y vergonzoso, por donde se le vea). Despolitizar la política, sin embargo, es el gran objetivo de los grandes poderes, porque como “todo vacío tiene que llenarse”, lo hacen con individuos que antes que ser personas prefieren ser personajes. Que antes que servir al país prefieren servirse de él. Que no ven a la política como el camino para el bien común y la transformación del mundo, sino como el instrumento para enriquecerse, hacerse famosos, ver sus fotos en los postes, hablar de sí mismos en tercer persona. Etcétera.
Pero no todo está perdido, porque en Guatemala muchos jóvenes participan, luchan, pretenden aportar, hacerse escuchar, proponen otras cosas. Se asumen, sin pena ni vergüenza, como sujetos políticos en cuanto que abandonan la indiferencia y la comodidad del individuo silenciado y se muestran como esas personas problematizadas por el mundo, y problematizadores de quienes lo tienen así.
La política que despolitiza ahuyenta a gente con buenas intenciones. Pero su peor veneno está en que nos convierte a todos en cómplices de lo que hacen quienes sí se ensucian y enlodan en ese fango triste. Cómplices porque ni siquiera la voz utilizamos para denunciar, cómplices porque sentimos vergüenza de proponer el mundo que sentimos. Cómplices porque nos dejamos arrebatar cuanta utopía nazca.
Publicado el 13 de Agosto 2013 en www.s21.com.gt por Carlos Aldana Mendoza http://www.s21.com.gt/gaia/2013/08/13/politica-que-despolitiza
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