Un techo de esperanza

Un techo de esperanza se construye en el país. Cuando vemos la energía de un montón de patojos que dejan su casa, su familia, sus novios y novias e incluso sus vacaciones con el único objeto de crear nuevos espacios para que otras familias puedan salir de la pobreza, una cosa es innegable: tenemos futuro. Un Techo para mi País se dio a conocer hace años como una organización que venía con un ímpetu inicial fuera de lo común, y era fuera de lo común porque acá cualquier esfuerzo que llame a la organización juvenil tiene un solo calificativo: sospechoso. Juventud que no es rebelde no merece ser llamada juventud han arengado varios dirigentes latinoamericanos en distintos momentos históricos y vemos cómo cada vez más jóvenes dejan su zona de confort para irse a poblados, lejanos y remotos, primero para edificar una casa; luego para reconstruir un tejido social que atienda la exigencia y reclamo de servicios públicos esenciales y, por último, lograr acceso efectivo a salud y educación como derechos irrenunciables para que así en esas familias crezcan niños y niñas libres.

Muchas de las familias, que hace años construyeron su hogar con varios patojos universitarios, hoy son conscientes de exigir a la autoridad pública el cumplimiento mínimo de los mandatos legales vigentes. Así se crea ciudadanía.

La primera noción para entender la vigencia efectiva de los derechos humanos es el reconocimiento de la dignidad de la persona. La lucha por un desarrollo digno debe ser el espíritu fundamental para que lo enarbolemos.

 Nadie viene a este mundo a ver morir a su familia de hambre, nadie quiere ver a sus hijos con precariedad, de allí que Un Techo para mi País  ha sabido granjearse el corazón de muchísimos jóvenes que han aceptado un reto: transformar el país en el que viven porque lo que encuentran no les gusta y esto lo debemos apuntalar.

 Mi generación creció bajo el miedo de pensar y expresarse. De hecho, hasta los movimientos religiosos fueron “catalogados” de “subversivos” por quienes gobernaron por muchos años y que ahora, incluso cada vez más fuerte, claman su voz en medios de comunicación para asegurar alguna posibilidad de retorno al pasado.

Guatemala en 30 años es otra y muchas fuerzas no lo ven. Por supuesto, existe el desencanto y la frustración en lo político;  sin embargo, cuando este desgano y conformismo lo confrontamos con la energía que representan movimientos jóvenes como el de los techeros, nada está perdido.

Esta semana se realiza la gran colecta nacional. Cientos de techeros saldrán a las principales ciudades a solicitar un aporte económico y tenemos que tener la seguridad  que este dinero sí servirá para transformar vidas. Los patojos no reclaman plata para construir una casa, piden apoyo para lograr cambios cruciales y vitales en una sociedad cada vez más egoísta y aislada. Un Techo para mi País es más que un techo para una familia, así debemos concebirlo.

Muchos no dejarán su espacio para lograr cambios y les fascina maldecir y quejarse de la situación existente, para ellos van estas líneas: ayudemos a que otros taladren nuevas oportunidades y edifiquen verdaderos buques de esperanza, nuestros hijos lo merecen.

Publicado el 03 de septiembre del 2014 en www.prensalibre.com escrito por ALEJANDRO BALSELLS CONDE
http://www.prensalibre.com/opinion/Un-techo-de-esperanza_0_1205279464.html

 

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