DOS FIGURAS CLAVE SALIERON a luz a partir de las recientes investigaciones del Ministerio Público y la Cicig en el Congreso de la República: Arístides Crespo y Luis Rabbé. Ambos comparten los aspectos de clientelismo y carencia de identidad partidaria que tipifican a la clase política del país, son tránsfugas porque se han pasado de partido como cambiarse de ropa interior, se negaron a dar a conocer la planilla de trabajadores del Legislativo, pese a ser información pública, y durante sus mandatos incrementaron los nombramientos irregulares y plazas fantasma en ese organismo. Tanto ellos como la mayoría de parlamentarios no salen de su asombro por la actual investigación penal. Ellos se preguntan cómo puede perseguirse una práctica tan común en el Congreso y que ha sido motor vital para la convivencia partidaria y, por supuesto, para drenar los fondos del Estado a los bolsillos de diputados.
CRESPO LLEGÓ AL CONGRESO en 1991, con la antigua Democracia Cristiana; se pasó al PAN, de Álvaro Arzú; brincó al FRG, de Ríos Montt; se cambió al PP, de Pérez Molina, pese a que este lo había denunciado por usar fondos públicos en la campaña proselitista, y ahora está en el Movimiento Reformador. Crespo se ha erigido durante 25 años en uno de los principales miembros de la elite política del país y que afianzó el clientelismo como la moneda de cambio en la partidocracia. Su inclusión dentro del grupo de diputados a quienes el MP y la Cicig solicitan su antejuicio es un duro zarpazo a esa rancia aristocracia dirigencial que ha cuajado a partir del caciquismo. Los nombramientos irregulares y las plazas fantasma han sido precisamente parte de esa estructura que le ha permitido a Crespo su larga vida política.
LA HISTORIA DE RABBÉ es diferente. Su estrella no se desarrolló a partir de haber sido un dirigente político departamental ni por su brillantez intelectual. Su fortuna política deriva de ser cuñado de Ángel González, propietario del monopolio televisivo. El ansiado acceso a las cámaras de televisión y a los micrófonos de la radio hizo la magia para que fuera incorporado a varios partidos, como el FRG, que lo convirtió en ministro de Comunicaciones y candidato a alcalde capitalino y a la Presidencia de la República. Tener a Rabbé dentro de sus filas deparaba a los partidos la posibilidad de una amplia difusión en los medios del monopolio, aunque eso le significara al Estado erogar millones en publicidad en esos mismos medios. La investigación penal contra este diputado es también un fuerte golpe a una estructura de multimedios que ha estado íntimamente ligada a las redes de corrupción partidaria, que ha manipulado información y se ha enriquecido con los fondos públicos.
LAS INVESTIGACIONES DIRIGIDAS por el MP y la Cicig han tocado ahora el corazón de un organismo desprestigiado desde hace tiempo, pero cuyos miembros han logrado actuar con total impunidad. La solicitud del retiro de la inmunidad a siete diputados y la captura de cuatro exparlamentarios es un avance importante en la necesaria limpieza de elementos nocivos para el país. A ello se agrega la denuncia de la Contraloría General contra 87 diputados que se han beneficiado con personal extra, así como los ocho parlamentarios del FCN con proceso de antejuicio por agresión a la gobernadora de Alta Verapaz. Todos tienen el signo de la corrupción en sus ejecutorias. Quizá no sean todos los involucrados en negocios turbios en el Congreso, pero es un buen comienzo para limpiar ese organismo.
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