Adictos a la deuda

Ramón Parellada

El presidente Otto Pérez Molina comentó en una entrevista reciente que “la deuda es manejable, no es alarmante” (Prensa Libre, 04/11/2013). También comentó que la deuda que se está adquiriendo es en parte para inversión y en parte para el pago de deuda.

¡Deuda para pagar deuda! Estaría de acuerdo con contratar deuda que sea barata para pagar deuda que es cara, pero en este caso lo que estamos viendo es que la deuda contratada es necesaria para no incumplir el pago de deuda actual; es decir, es cuestión de flujo de caja del Gobierno quien no hizo bien sus cuentas en el presupuesto del 2013 al sobre estimar los ingresos fiscales e inflar los gastos.

Así como el Presidente habla de que la deuda es manejable y que no es alarmante, mucha gente se lo cree sin saber que llevamos algunos años diciendo lo mismo y llenándonos de deuda porque no pasa nada, porque nos dicen que tenemos suficiente capacidad de pago, porque es baja con relación al PIB (producto interno bruto) en comparación con otros países, porque los demás están más endeudados que nosotros, porque… Es como un adicto que siempre está justificando que no es drogadicto, pero que no puede vivir sin su droga, la que necesita cada día más, pero no pasa nada, es manejable.

Comentaba el otro día que me quedé encantado con un libro titulado Nosotros los Mercados, de Daniel Lacalle, en el que aborda el tema de la deuda de manera clara y simpática. Comenta Daniel en su libro: “La deuda en sí misma no es mala. La deuda es mala cuando no genera ninguna rentabilidad. Y, como en cualquier actividad económica, hay “inversiones sociales” que no generan rentabilidad económica y son aceptables, pero estas no pueden sobrepasar a las inversiones que generan rentabilidad, porque de lo contrario caemos en una espiral de gasto que lleva a más deuda y más impuestos, un mayor empobrecimiento, menos ingresos, el mismo gasto, más deuda y la quiebra”.

La deuda del Gobierno no es precisamente de las que generan rentabilidad. Se está usando para pagar deuda y se usa para inversiones que no necesariamente han tenido un análisis minucioso de “costo-beneficio” sino que se invierte en obras de acuerdo a las promesas políticas del momento. El Congreso de la República debe ser el freno, pero considero que hay que ponerle un límite a la deuda a nivel constitucional.

En tal sentido, me parece seria y sensata la sugerencia del Presidente del banco de Guatemala, Édgar Barquín, en ponerle un techo a la deuda que no supere el 28% del PIB. Además de que la deuda no sea superior a 2.3 veces los ingresos fiscales de un año.

¿Por qué poner un techo ahora a la deuda? Porque ahora estamos a tiempo. Si no se le pone un techo, entonces pasará que cada gobierno que tenemos, por ser cortoplacista dado a nuestro sistema político, seguirá teniendo incentivos en endeudar al país a modo de tener más ingresos durante período y, por lo tanto, poder gastar más. No importa el largo plazo. Por lo tanto, algún día llegaremos a lamentar el no haber limitado el endeudamiento del país y ponerle condiciones de prioridades con base en análisis de costo-beneficio.

El problema de Guatemala no es de ingresos, es de gasto. Tenemos demasiados gastos superfluos, gastos políticos y no se quiere reconocer que lo correcto es recortar el gasto. Si se hiciera un esfuerzo en balancear el presupuesto para que los gastos se adecúen a los ingresos fiscales real no tendríamos ningún problema. La deuda se pagaría año con año, se evitarían las consecuencias nefastas y futuras de más endeudamiento como lo son mayores impuestos para las generaciones que vienen y mayor desempleo y pobreza. Estamos a tiempo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco Siglo 21, el día jueves 07 de noviembre 2013.

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