La conspiración de los ineptos

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Que un diputado para desempeñar sus funciones necesite un séquito de asistentes es abusivo e inaudito.
 
Conspirar significa unirse contra un superior o contra un particular. En el caso de los abusos a las normas internas que se han cometido en el Congreso, el pueblo, el soberano podría interpretar esas acciones como una conspiración en un organismo de Estado, donde la ineptitud abusa en un conveniente silencio. El escándalo de los congresistas que conformaron la anterior Junta Directiva del Congreso de la República cuyos gastos costaron a los contribuyentes Q1,167,000 mensuales, para cubrir los salarios de sus asesores y asistentes, sumado a Ql,324,000 que corresponden por el total de los ayudantes que cada diputado tiene, hacen un total de Q2,491,000 escamoteados mensualmente del presupuesto de ese organismo, desembolso para cubrir una oscura jugada de corrupción que utilizan para rodearse de familiares e incondicionales que los ayuden a pensar y a encubrir sus fallos de ineptitud y negligencia.

 

Esa estrategia para burlarse de la confianza de los votantes y de los ciudadanos en general, mientras en privado hacen acuerdos con sus protegidos, para que les pasen la debida coima, debe ser castigada con el peso de la ley, por cometer la falta de burlarse de la Ley Orgánica del Congreso que, en su Artículo 154 claramente expresa que un congresista solo está facultado para tener tres empleados, como cifra máxima.

La burla y el robo descarado al apropiarse de los fondos de las decenas de plazas fantasmas debería ser una práctica prohibida y jamás solapada como lo han permitido entre sí mismos. También se trata de otro canal ya señalado y punible que debe ser erradicado totalmente. Es imperdonable, porque se trata de una práctica implantada con el aval de los diferentes grupos que han dirigido el recinto que, mientras simulan desconocimiento, los números en sus cuentas malhabidas crecen mes a mes.

Que un diputado para desempeñar sus funciones necesite un séquito de asistentes es abusivo e inaudito. Lo único que podemos entender es que se trata de un político inepto que necesita de varios asesores profesionales que le dicten la lección; de trabajadores para que le hagan los mandados a él, su consorte y paseen a sus pequeñuelos. Se justifican también argumentando que necesitan de varias secretarias. Claro. Para que le chismeen lo que pasa a los alrededores, le pasen las llamadas de negociantes de leyes y les ordenen los arreglos florales, con que manejan su gamonal imagen. Como para que no.

Si así fuera, para nuestra mala suerte, el Congreso estaría cundido de personajes ineptos y negligentes que compran las candidaturas en el mercado de ofertas que, cada cuatro años, hacen los partidos políticos. Y si pagan sus derechos de curul, a los cabecillas, se consideran con derecho, para que, de alguna manera, cumplan su sueño de convertirse en nobles reyezuelos implantados en un país del tercer mundo, donde no se castigan esas persistentes equivocaciones.

Si las normas internas del Congreso de la República son tan ignoradas por sus Juntas Directivas y, también por otros diputados que, en connivencia gozan de tan exagerados privilegios económicos, este es el momento en el que con claridad se están presentando las pruebas con números y cantidades de una escandalosa realidad acunada por todos los impunemente beneficiados que, representando el organismo donde se instituyen las leyes, las transgreden y se burlan del pueblo en un doble papel. A eso se le llama cinismo extremo. Las instituciones indicadas deben proceder a restituir el apego a las leyes y el respeto para el pueblo.

Publicado el 29 de enero de 2016 en elperiodico.com.gt por Silvia Tejeda 
http://elperiodico.com.gt/2016/01/29/opinion/la-conspiracion-de-los-ineptos/

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